Llega el Festival Bandola. Una cita a la que acuden
propios y foráneos que después de tres días en Sevilla se convierten en
visitantes asiduos. Como bien lo dice el negro Gallego, el que se va de Sevilla no pierde su silla.
Para la mayoría de sevillanos es una fecha esperada para
el reencuentro, el descanso, el disfrute de la buena música y del ambiente de
fiesta.
Hay otros sevillanos, que seguramente ya están buscando a
donde irse durante el evento. Hablo de los vecinos que viven en las calles
cercanas al parque de La Concordia. Durante la fiesta, sus fachadas se
convierten en orinales y por sus andenes corren a la madrugada ríos de orines,
cuyo olor queda impregnado por semanas en nuestro pueblo. Esto ya es una
práctica común los fines de semana, pero durante las festividades la situación
se torna insoportable.
Un llamado fraternal a tener en cuenta este fenómeno
agresivo contra los residentes del centro de la ciudad y contra la población en
general. Si bien es cierto que la logística del Festival es muy compleja y se
hace con todo rigor, también lo es el hecho de no tener en cuenta que miles y
miles de personas, además de venir a Sevilla a beber y disfrutar, también
tienen que orinar y defecar en algún lado.
Los eventos multitudinarios cuentan con infraestructura
sanitaria portátil, lo cual además es un asunto de normatividad. Es más, allí
hay una oportunidad para que se generen mayores ingresos al festival por cuenta
de los baños portátiles. Esto, acompañado de mecanismos de control y sanciones
por parte de la policía, sería la solución a este problema.
La cámara de Comercio también puede asumir esta labor,
mas aun si tenemos en cuenta que ellos captan dinero del Festival, por cuenta
de los permisos que dan a los vendedores en las casetas, que durante este
evento allí se instalan.
Ojalá que las medidas aquí sugeridas, sean permanentes y
de real aplicación. No como lo de la restricción de horarios a menores de edad,
que terminó reducido en un simple sonar de sirena de los bomberos.
El Festival muestra a Sevilla ante el mundo. Pero solo lo
que se puede ver en la transmisión de televisión. A los vecinos les quedan solo
los orines y excrementos de propios y visitantes.
Por| Oscar Humberto Aranzazu Rendón