De repente, Sevilla se vistió con las mejores galas de la
democracia. Desfiles, insulsos unos y multitudinarios otros. Camisetas con
logos de partidos y movimientos políticos, vítores, aplausos y sirenas. Todo
ello, el último día de la inscripción de candidatos a la Alcaldía y al Concejo.
Desde el balcón de mi apartamento, a escasos metros de la
registraduría, contemplé los albores de la contienda electoral sevillana, pero
sin mayores análisis políticos, ni inspección a los programas de gobierno, ni
siquiera me acuerdo a que partido pertenece cada candidato, porque eso de los
partidos es asunto de otras épocas.
Pasa por la acera de enfrente, un abogado con
aspiraciones de gabinete, acompañado de un amigo, para posar de transeúnte
desprevenido que se topó con un desfile y que se detuvo, solo por la curiosidad
que le producen esas pintorescas manifestaciones populares. Sin embargo, también vi como de manera
sigilosa, se deslizó entre la multitud para estrechar la mano del candidato y
asumir postura de animado copartidario. Luego, salió de la misma manera, pero
con la tranquilidad de haber “respondido al llamado a lista”.
Otro personaje que se graduó en adulación hipócrita y que
tiene posgrado en lagartería, se revienta la garganta, haciéndose oír y ver por
el candidato y su séquito. Aplaude con las manos arriba para ser mas visto que
oído, se pasea por delante del candidato y todo paisano al que se encuentra en la
multitud, se lo presenta como invitado suyo al desfile.
Con la ilusión de madre, ella compró para sí y para su
hijo de 23 años, sendas camisetas del mismo color, a fin de convalidar su apoyo
al candidato en el desfile. Los veo entre la muchedumbre con posturas
diferentes. Ella, intentando ser lo más visible que se pueda. Beso de saludo y
la consecuente presentación: “Doctor,
este es mi muchacho…. De quien le hablé…. Él es un verraco pa los computadores,
el vuela en esos aparatos”. El candidato en un gesto de “humildad”, le dice,
Dios
quiera que ganemos, para ver a donde lo acomodamos. El joven, hace una leve
venia al Alcalde en ciernes, mira hacia
todos lados, esperando no encontrar caras amigas, y resbaloso sale abochornado
de la escena, con sonrisita de rabia y una sensación de guevón por todo el
cuerpo.
Como en política hay jerarquías, al lado del
candidato hay siempre un hombre que
funge de asesor corporativo. Con su mano extendida y sin desplegar los dedos,
señala posiciones de ubicación de las personas y haciendo señal de alto con la
misma mano, impide el acercamiento de algunos otros que quieren ungirse con el
bálsamo de salvación, que significa un saludo de quien será su alcalde amigo.
El lagarto – asesor, es como el bastonero mayor. Da la señal de ordenamiento
del grupo y lejos, pero muy lejos de lo que le permiten hacer en su casa, da
órdenes perentorias y hace emotivos llamados al orden y al silencio.
Me preocupó ver personajes que por su condición deben ser
neutrales e imparciales. Jueces, dirigentes comunales, “analistas políticos” de
cafetín que posan de sapientes y enemigos del manzanillismo, “comunicadores de
medios locales”, sin cámara o micrófono pero con banderas, profesores y otros
empleados públicos. En esa esquina, los vi a todos y los fotografié a todos. Mi
testigo, una vecina con la lagaña pegada y pijama sin brasier, asomada por un
postigo, evitando ser vista en su más lamentable expresión humana. Ella esta
mas “datiada” que yo, no se perdió nada.
Vi con cierta incertidumbre a algunos cernícalos de la política (frase que
acuñó un robusto alcalde sevillano), frente a la comparsa de sus adversarios.
Es que la convocatoria de unos y otros fue a todas luces desigual. De ahí, a
que para hoy, seguramente ya muchos simpatizantes de oficio, han cambiado de
bando, en función a las montoneras, aduciendo
falta de compromiso de su jefe político. Lo cruel, es que los pocos
secretos personales que el candidato le confió, ya serán de dominio público y
utilizados en la paralela campaña de desprestigio, que caracteriza la contienda
electoral sevillana.
Ya con el corazón henchido de democracia, salí el sábado
a ver las sedes de los partidos y movimientos. Me llamó la atención que todas
las secretarias son bonitas, como si hicieran casting para el trabajo. Claro,
los candidatos al concejo nunca han sido jefes y en campaña, recrean de manera
temporal su sueño de tener asistente de buenas piernas, aunque en ese
espejismo, tengan que alternar con ella el uso de su único escritorio, para
llenar la sopa de letras de El Tabloide. Por fortuna no las ponen a preparar
café, porque no hay ni cafetera, ni
café. En la campaña, propenden por cosas como la justicia social, y a la
secretaria no le pagan ni siquiera el mínimo y mucho menos prestaciones.
Tampoco tienen horario laboral limitado.
De los ciento once candidatos al Concejo, solo serán elegidos trece. Ojalá la decencia, el conocimiento, la
academia, las sanas costumbres, el amor por el terruño, el emprendimiento y el
desprendimiento económico, lleguen a ocupar las curules del concejo. Que no se
escuchen más…. Haiga, hubieron, dotor, correto, perfeto, en las sesiones del Concejo.
Evoco aquí los discursos de Orlando Arcila, Camilo Restrepo, Oscar Salazar
Jaramillo y al animador de tribunas Alberto Jaramillo. Que la buena oratoria y
la sustentación de tesis y proyectos sean cartas de navegación en nueva la Duma
Municipal.
Rescato que muchos sevillanos apunten a ser concejales.
Esta vez, la cantidad de candidatos a Concejo y Alcaldía, es coherente con el
censo electoral. Aplaudo que esta campaña arrancó con respeto. Vi a un multitudinario
grupo político, abriéndose en una especie de calle de honor, para dar paso al
cortejo de MIRA hacia la registraduría. Ojalá esa sea la constante en esta
contienda, y lo más importante; que el próximo alcalde eche a rodar la pelota
del progreso para este bello municipio.
Señores candidatos. Tengan en cuenta que Dios castiga la
mentira, y ahora el castigo es por partida doble, porque Sevilla ya tiene
Basílica Menor. No es lo mismo ofender a un pueblo con capilla, que a uno con Basílica.
Domine salva
nos ab mendaces…
REFLEXIÓN: Esta
campaña tiene otro sabor, ya no es lo mismo. Extrañamos al candidato Benjamín
Hilera. Unas elecciones a la Alcaldía de Sevilla sin Hilera, son como en su
época, las presidenciales sin Serpa, como un cappuccino sin espuma, como Silva
sin Villalba….
Por| Oscar H. Aranzazu Rendón
Ilustración| Mundo Zatrapa