El artista sevillano
y su grupo teatral Alcaraván le hacen un homenaje al universo complejo de las
mujeres en su nueva creación artística, que se presenta de miércoles a sábado,
a las 7:30 de la noche, en la sala teatral Casa Tea, un nuevo espacio para
presentar sus obras en el centro comercial Los Ángeles, en el centro de Bogotá.
Álvaro Rodríguez y su obra “La soledad de los nadies”
“La soledad de los nadies” es una obra de creación
colectiva del grupo de teatro Alcaraván, que indaga sobre la mujer, ¿por qué
hablar de ese complejo universo?
Porque al ser complejas, no se ha hablado de los complejos, de las
situaciones que ellas viven. Es un homenaje a la mujer. Son tres en escena y un
hombre.
¿Qué retos representa contar con un lugar para
ensayar, como lo es Casa Tea?
Una exigencia en la calidad de nuestras obras, aumenta el nivel estético
y a estudiar con más rigor. Estoy feliz por contar con un espacio propio en el
que podemos ensayar. Llevamos 17 años con Alcaraván, trabajando en canchas de
baloncesto, en la plaza de mercado del barrio La Concordia, en diversos
lugares. Hemos sido un teatro ambulante.
¿Podría afirmarse que su corazón está dividido entre
el teatro, el cine y la televisión?
Toda la vida he hecho teatro, desde que era muy pequeño, en Sevilla,
Valle del Cauca. Cuando llegué a Bogotá ingresé a la Universidad Nacional a
estudiar antropología, pero en cuarto semestre me retiré, porque empecé a
asistir a las peñas culturales, espacios de tertulia en los que actuábamos en
el Teatro La Candelaria, gracias a la invitación de Lisandro Duque, y me quedé
allí. Confieso que la televisión no me gusta y que mi segunda pasión, después
de las tablas es el cine.
¿Es necesario estudiar actuación?
Sí, en cualquier profesión lo es. El problema es que la televisión está
permeada por lo estético y lo comercial, por ende, si a un canal le dieron
resultado las novelas de narcotráfico y paramilitarismo, entonces, el otro
canal se copia y es cuando a mí me llaman para hacer papeles de caspa: un
atracador, un basuquero o un sicario, y es difícil proponer.
¿Qué recuerda de su época en Sevilla, el municipio
donde usted creció?
Mi papá quebró cuando éramos muy pequeños y me tocó trabajar desde los
siete años. Fui mesero, vendí camisas y repartí mercados en bicicleta. Por eso,
cuando veo a un mesero le doy propina, soy consciente de lo que significa
trabajar como camarero. Afortunadamente, siempre tuvimos buen humor en medio de
las dificultades.
¿Y le tocó vivir la violencia de los años 50?
Toda la vida ha sido una región muy violenta, porque han sido tierras
muy ricas, en algún momento Sevilla fue la capital cafetera del país, era un
municipio muy próspero que se fue deteriorando por el poder entre los liberales
y conservadores. Mataron gente conocida, porque eran épocas muy horribles, algo
que inventó la burguesía.
¿Para qué el dinero?
Me gusta para viajar, comer rico e invertirlo en todos los proyectos de
teatro que nacen en el grupo; sin embargo, creo que el dinero ha sido lo más
terrible que le haya podido pasar a la humanidad, el dinero clasifica a los
seres humanos, deshumaniza, lleva los seres a la perdición y a la guerra.
Y en esos placeres que usted se ha dado, ¿ha pensado
en que pudo haber derrochado el dinero?
No me arrepiento de invertir $400 mil en un plato de comida con vino,
así después tenga que comer un arroz con huevo durante el mes, o de viajar. He
disfrutado de todo, me gozo todo, no acumulo el dinero. Les tengo pánico a los
bancos, son terribles.
¿Un defecto?
La impaciencia cuando las cosas no se dan. A mí no me gusta enojarme,
porque me vuelvo irracional y la embarro. He tenido problemas con productores
de televisión, porque no tratan bien al equipo de trabajo y eso me molesta
bastante.
Cristian Garavito| publicación -
El Espectador
El Ciudadano| Copyright © 2015
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