Cuando
por mucho tiempo se ignoro el diario de
Antonio Maria Gómez, se sometió a la criptografía la existencia de la mujer en la nada fácil tarea de fundar una población y
con esa la de tener su propio hogar sin
andarse peregrinando como desplazados del solar natal.
Recién
hubo un homenaje a las madres realizado
por un candidato a la alcaldía, a ellas dedique un
poema no se si se leyó.
No
era mi afán buscar aplausos que no me merezco, máxime cuando debo reconocer que
no soy poeta, desconozco de este bello arte la rima, y sus requisitos
semánticos. Terca y poco o casi nula es mi lexicografía.
Que
sea esta la oportunidad para preguntar
cuantas de nuestras madres desde
1.903, cuando se fundó la San Luis, se les
reconoce como animadoras, de que a esta altura de la Cordillera Central, quedara para siempre la naciente población y el futuro en ella , se multiplicara hasta lo que
ahora es la Sevilla del Valle del Cauca.
Nombra
el primer cronista a una mujer. Recuerda alguien su nombre?, hay
escuela alguna que lleva su nombre, calle
o vereda al menos, igualmente busto que haga honor a su epopeya, a su tarea?. Y centenas como aquella las hubo, y
las hay hoy, a las que no se les rinde
el homenaje de ser pioneras en la construcción: científica, técnica, ideología
y muchos saberes que estas no desconocen, pero que no les hemos querido reconocer.
Deuda
honorifica tenemos en la machista Capital del Café. Maestras,
artesanas, pintoras, ideólogas, poetisas, enfermeras y médicas, ingenieras y
arquitectas, hubo y hay para fortuna de
la historia municipal.
Repito
no hemos saldado la deuda con la mujer. Las
primeras cuyos nombres olvidamos de paso sea
dicho, fueron lideres y troperas libertadoras en su caminar, colonizando
tierras a las que las obligo las guerras, que
venía padeciendo una patria cuyo Estado (fines siglo XIX, inicios del
XX, y la crueldad de los años 50 de
este) las desposo y desalojo de sus primitivos solares, donde con cariño sembraron no solo una flor, sino que en ésos,
escucho por vez primera al recién llegado a su humilde pueblito y campesino
hogar.
Aquellas
primeras en llegar tenían y tienen hoy,
como muchas de sus descendientes, a Cristo como el hombre social y a Maria la
resignada mujer, y por ellas a Él
le reconocen el ser: un revolucionario y en
sus escapularios llevan como recuerdo el que
les bendijo cuando a la Magdalena perdonó.
Escuché
de niño a mi abuela Margarita, sobre la
odisea que vivieron ella y sus amigas a
los inicios de la fundación. Ella me hablaba de sus hijos, de Antonio Maria, de
las leyendas, y me narró la de la India
Suny. La que una mañana se llevaron
las aves hasta el trono del Dios de los siete
colores, el señor Arcoíris. Y desde esa
época comencé a soñar como lo hago ahora aquí.
Tiempo
es ya de recordar a las primeras, y en
su honor elevar un busto que nos
recuerde que ellas y las de hoy, son nuestro mejor patrimonio colectivo y desde
niños la gran y amorosa escuela en el hogar.
También
allí, hay las Emma Goldman (Lituana),
Mariana Grajales (Cubana), Manuela y Antonia Santos (Colombianas).
Un
pueblo que olvida a sus mujeres, como se le podrá llamar?
Busca
este escrito el trabajo de encontrar en nuestro devenir, a la madre de nuestra patria chica. Los
fundadores no llegaron sin ellas.
Por| Aldemar Gómez Ocampo
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