Homenaje a Jaime Arredondo
Sábado 18 de agosto de 2012, hora 8 a.m. Liceo Mixto Sevilla
Mis recuerdos con un balón de baloncesto
-I-
Recuerdo con nostalgia esos hermosos momentos, cuando alrededor del baloncesto nos reuníamos parte de los jóvenes sevillanos en los románticos setentas.
Son tantos los recuerdos que podría escribir un cuento con cada uno de ellos, que al final al conjugarlos podría convertirse en la historia de todos.Mis comienzos en el baloncesto los viví en la escuela Hugo Toro, la cancha se encontraba en la parte alta, donde aprovechábamos cualquier momento libre para jugar en su pavimento lleno de huecos y unos tableros que exigían que las cestas tenían que hacerse en pleno sin la utilización de estos.
Recuerdo que con mucho entusiasmo Don Cicerón Reina y el profe muy joven por esos tiempos Fernando Alarcón, con sus gritos y carcajadas gozaban de nuestras jugadas. En esa cancha se iniciaron unas jugadas innatas en nosotros que luego tuvieron sentido en los posteriores entrenamientos y enseñanzas de Jaime Arredondo.
Jugábamos con un balón en muy mal estado con las fibras por fuera, y no recuerdo quien fue el que llevo un balón spalding, nuevecito, hermoso, se adhería a nuestras manitos, mejor dicho nos acariciaba. Le hicimos rueda, uno a uno lo cogimos, y ese día nos jugamos el mejor partido y me hice unas cestas de gancho increíbles.
Don Cicerón se entusiasmó tanto con ese partido que creyó que éramos los mejores, y organizó un partido con una escuela de Tuluá cuyo nombre no recuerdo. Viajamos en un camioncito de esos de llevar ganado, todos sentados en el piso, cantando, echando chistes, riéndonos… pero la vuelta fue muy triste; nos dieron una pela la macha, pero descubrimos que jugar baloncesto nos daba popularidad y nos podríamos acercar a las niñas con más facilidad. Creo que todos conseguimos amiga tulueña esa noche cosa que menguo un poco nuestra derrota.
De ese equipo solo recuerdo a Edgar y Pulido Reina, hijos de Don Cicerón.
-II-
Cuando llegamos a estudiar al Colegio General Santander, en la vieja construcción a los sextos nos correspondió en la jornada de la Tarde. Me tocó con unas joyitas Dios mío, y hacíamos muchas cosas que si hoy algún muchacho hace en un colegio lo echan ahí mismo. Hernán Bahena que también jugaba baloncesto, a eso de las cinco y media de la tarde cuando en Sevilla a esa hora comenzaba a oscurecer, nos decía que si queríamos irnos para la casa y todos gritábamos que sí, sobre todo los viernes que habían partidos en el Liceo Femenino, se quitaba su correa con una chapa grandísima, era la moda, y quebraba el bombillo amarillento. Luego llegaba el profesor de historia “Titulito”, “Muchachos se dañó el bombillo… para la casa….
Jugábamos en esa época, Hernán Bahena, Iván Darío Rincón, Carlos Yermanos, Luis Carlos Gutiérrez, Edgar Suaza, Bernardo Gallego, no recuerdo otros que participaban.
El Colegio Viejo tenía una magia increíble, sobre todo los salones que estaban sobre el barranco, que cuando uno se asomaba por las ventanas la calle se veía chiquitica de lo alto que estábamos. La biblioteca en el centro como el cerebro de la Institución, una puerta delantera que eran unas enormes rejas, donde se llegaba después de subir unas escalas con un descanso en el medio, y otra puerta trasera que era la salida a los campos de deporte y recreación. Apenas uno salía se encontraba con el toldo de doña “Josefina” y sus arepas de masa de empanada tostaditas y calienticas, que ella fiaba sin apuntar y que a voluntad los muchachos le pagaban. El barranco donde se divisaba la cancha de fútbol, y nuestra cancha de baloncesto, tan bella ella, ahí esperándonos con el mismo entusiasmo con que nosotros llegábamos a jugar con ella. La cuidábamos, la pintábamos, aprendimos a tejer las mallas, eran nuestra. Que partidos.
Una tarde fuimos al colegio a jugar mi hermano Juan Carlos y yo. Jugamos una veintiuna, con otros muchachos y Juancho tuvo un encontrón con fuerte con Iván Darío un muchacho de una floristería muy tradicional en Sevilla en la calle la Pista, creo que llama o llamaba “Magnolia”. Hubo un forcejeo que no llegó a mayores, pero para desdicha nuestra el equipo del Barrio “San Vicente” de donde eran los empleados del matadero, acababan de perder un partido de fútbol, y venían con la rabia a flor de piel, descargando la ira en nosotros… como se pudo nos volamos perdiendo nuestras camisetas y hasta el balón.
Pero seguimos jugando, esperando el Viernes del Liceo Femenino y pasar por donde El Abuelo papitas fritas para picar un poquito después de los partidos.