Texto de Germán Peña Córdoba.
Concebimos la paz de manera simple y no de
manera integral como debería de ser. Mas que la paz como la concebimos, o sea
ausencia de conflicto armado, Colombia debería primordialmente construir la paz
política. La paz política se logra a través de la concertación entre las
diferentes fuerzas, donde existen diferencias ideológicas abismales o fuerzas
con afinidad ideológica total o parcial. Estas corrientes se unen para
converger en un propósito superior a la mezquindad: trabajar por un proyecto común
de país que traiga consigo el bienestar, el desarrollo y la igualdad social. De
lejos parece imposible lograrlo, pero de cerca tenemos el ejemplo de Chile.
Este referente es aleccionador.
Chile en 1988 tuvo una concertación llamada Alianza Democrática
para evitar la extensión de la dictadura de Augusto Pinochet. El 5 de octubre
de 1988 se realizó un plebiscito que históricamente el pueblo chileno le dijo
"NO" a la pretensión del dictador, que como buen sátrapa quería
eternizarse en el poder. La madurez política del pueblo chileno le permitió
impedir la continuidad del desafuero impuesto por un nefario personaje, que
llevaba a cuestas el violento derrocamiento del compañero presidente Salvador
Allende, el 11 de septiembre de 1973.
A partir de esta
tesitura, hubo una concertación de partidos de Centro Izquierda que gobernó a
Chile entre 1990-2010. Fueron 20 años lo que duro la concertación. Durante este
periodo gobernaron presidentes de Centro Izquierda como Patricio Aylwin
(1990-1994), Eduardo Frei (1994-2000), Ricardo Lagos (2000-2006) Michelle
Bachelet (2006-2010). Y así, con Augusto Pinochet fuera de circulación, Chile
pudo superar esa etapa de hirsuta dictadura y vivió una relativa paz política y
por ende una larga paz social.
El llamado "Frente Amplio", hoy avocado, es
muy diferente a lo vivido en Colombia entre 1958- 1974 con el famoso
"Frente Nacional", que fue un engendro diseñado por Alberto Lleras
Camargo y el inefable Laureano Gómez Castro, en la isla Benidorm (España), en
1958. El contubernio consistió en repartirse equitativamente el poder, cada 4 años,
entre el bipartidismo Liberal y Conservador. Esta histórica jugada, cerró los
espacios democráticos a eventuales nuevas fuerzas políticas y duro la medio
bobadita de 16 años (1958-1974), donde solo Liberales y Conservadores
gobernaron. En este interregno, y en respuesta a la indignación, la
inconformidad y el cierre de los espacios actuó como caldo de cultivo para que
eclosionaran los grupos subversivos de las FARC y el ELN. Causas objetivas para
que estos hechos históricos ocurrieran sobran, pero hay que procurar su no repetición,
para no satisfacer el apetito voraz de violencia, que hoy busca y desea la
extrema derecha colombiana.
Muy diferente, será la concepción filosófica del
llamado "Frente Amplio". El acuerdo entre partidos, será la
oportunidad de la concertación de diferentes vertientes y como premisa
fundamental estará de por medio, la inviolable línea roja de las reformas
sociales, iniciadas en el gobierno del cambio y, como es sabido por todos
nosotros, ha sido víctima de una obstrucción obsesiva del inconmensurable
bloqueo institucional. Y de sobremesa, tenemos un Congreso filibustero, que jamás
deberíamos reelegir en el 2026. En la próxima cita electoral el voto de castigo
debe primar y hacer presencia para reivindicar las reformas.
La paz política así concebida, desactivaría el caldeado
ambiente de irracionalidad extrema. En parte, lo anterior, apagaría el fuego
que nos consume y se abriría un espacio para la serenidad y la reflexión
profunda, para enfrentar el próximo debate electoral. El extremismo de la
ultraderecha no necesariamente debe converger en este proyecto; porque para
esta facción política, la concertación no es negocio, pues va en contravía a
sus intereses, cuando tradicionalmente viven en permanente campaña de
desinformación y sobreviven de infundir miedo como programa político central,
para posteriormente vender seguridad, aquella de las botas al revés. La paz
social es el estado ideal de tranquilidad y estabilidad dentro de una sociedad
con ausencia de conflicto armado. La paz política es inherente a la paz social,
son hermanas siamesas, van de la mano y, es una simbiosis similar a la de la
remora y el tiburón: se complementan.
Germán
Peña Córdoba
Arquitecto-UNIVALLE


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