Cien años de Guillermo Cano Isaza

16 de agosto de 20250 COMENTARIOS AQUÍ

Texto de Lisandro Duque Naranjo

“…no hay otra virtud que ser valiente y el mármol al fin será el olvido…” (Borges)

Conocí a don Guillermo Cano Isaza en El Espectador en 1970. Siempre estaba de pie en el segundo piso, fumándose su cigarrillo, y con su voz carrasposa gruñía un “hola, ¿cómo estás?” ante mis “buenos días, don Guillermo”, y me recibía las tres cuartillas de mi columna para el M.D., titulada Pantalla Mayor. Una vez me dijo: “¿Por qué no escribís dos artículos más para publicarlos entre semana?” y, por supuesto, incrementé mis idas en bus a la inmensa sede de la 68.

En el 82 me dijo: “La crítica de cine desaparece hasta nueva orden. La próxima semana no anunciamos más películas en el periódico”. La publicidad de las películas era muy rentable para cualquier periódico, pero esa vez se esfumó por mucho tiempo, pues había empezado la pelea del periódico con el banquero Jaime Michelsen Uribe. Este, en chantaje por las denuncias de El Espectador sobre sus autopréstamos, le quitó la pauta de bancos y de Cine Colombia, y don Guillermo no quiso volver a saber de películas. Yo le argumenté que las críticas no eran propaganda, y él me dijo: “No creas, eso, aunque sean adversas llevan público”.

El Espectador vio mermados sus ingresos por publicidad, y don Guillermo se fajó este texto en parte visible de su primera página: “…No vendemos, no hipotecamos, no cedemos nuestra conciencia ni nuestra dignidad a cambio de un puñado de billetes…”.

Aún vivo el conflicto con el Grupo Grancolombiano, don Guillermo dirigió sus baterías a un objetivo más letal: el 25 de agosto de 1983 publicó una noticia de 1976, que le llevó un mes a sus periodistas encontrar en el archivo: el embrionario capo de la droga, en ese momento congresista por el liberalismo, había sido detenido por tráfico de cocaína siete años antes. Tres años después, el 17 de diciembre de 1986, sicarios del cartel de Medellín lo abalearon a las 7:15 de la noche, cuando salía del periódico hacia su casa. Varios empleados de distribución del periódico, en Medellín, perdieron la vida también en esa racha criminal.

Don Guillermo pensaba como don Quijote: “Mi problema no es contar a mis enemigos, sino batirme con ellos”. La prueba de que Escobar quería borrar hasta su huella es que el 2 de septiembre de 1989, a las 6:30 a.m., puso una bomba en la sede de El Espectador que arrasó con el 70 % de las instalaciones. Ante la noticia, y con vecinos solidarios, barrieron escombros y los de la armada y periodistas se ingeniaron una edición con lo todavía útil, titulándola de la única manera posible: “Seguimos adelante”.

Los inspiró el don creador de don Guillermo para los titulares que, en vida, en 1985, luego de una semana de la tragedia del Palacio de Justicia que le tumbó al piso la moral a los colombianos, y se les vino encima la avalancha de Armero —que sepultó al pueblo y a 27.000 de sus habitantes—, poetizó la primera página con estas palabras: “Y ahora, Armero”.

Sus luces largas de periodista le imponían esas decisiones morales, no obstante imaginarse las consecuencias —que de todas maneras superaron cualquier cálculo—, porque tenía muy claro que, de no haberlo hecho, la conciencia colectiva de Colombia se hubiera envilecido a extremos inenarrables, hasta el punto de parecer que los colombianos iban a terminar recogiendo pedazos de su conciencia regados por las calles.

Comparta esta nota :
Todos los derechos reservados
Alirio Acevedo Sánchez
 
Con el apoyo de : Alirio Acevedo Sánchez | Amparo López Otálvaro | Juan David Acevedo Jímenez
Copyright © 2015. Sevilla Valle del Cauca - | Webmaster Alirio Acevedo Sánchez | Todos los Derechos Reservados.
Creado por Creating Website Publicado por Mas Template
Con la tecnología Blogger