Pasa a sanción presidencial la nueva ley
que regula las encuestas políticas en Colombia, las cuales miden la intensión
del voto. Después de dos debates en cámara y dos en senado, la nueva ley fue
aprobada por unanimidad. La gran mayoría de las encuestadoras exponen sus
grandes inconformidades, y expresan sólidos criterios técnicos y estadísticos.
Dicen tajantemente, que es "una censura y un bozal a la Democracia".
Podrán ser justificadas las críticas a la nueva ley, pero para nosotros los de
a pie, hace rato vemos las encuestas como un método científico, que
protervamente direcciona tendencias y prefabrica simpatías electorales.
Siempre he tenido la percepción que, en Colombia, los
resultados de las encuestas políticas obedecen a los intereses de quien las
ordena, que es el mismo que las financia. Es un hecho notorio que casi siempre,
se trata de encuestas elaboradas para los intereses de siempre, o las hace una
nueva empresa matriculada ideológicamente con el eventual favorecido.
Cada tres meses se mide la aprobación o desaprobación
del Gobierno de turno, en este caso el de Gustavo Petro; casualmente y de
manera sistémica, el resultado, siempre le es adverso, e invariablemente su
popularidad decrece de la mano de ellas, y paradójicamente ve uno las plazas a
reventar a su favor. Personalmente, a mí nunca me han contactado vía
telefónica, ni jamás he sido parte de ese micro universo en que se basan, ¿Raro
no?
Cuando observamos el gran despliegue noticioso que cada
tres meses hacen de la encuesta, regularmente pagada por los medios de
comunicación, claramente opositores al gobierno del cambio, igualmente se
observa la exposición que siempre hace un joven, con ostensible acento "paisa",
que explica los resultados que pasan por sus canales de Televisión. Las
preguntas capciosas que le formulan al joven, son obviamente dirigidas a
deteriorar la imagen del gobierno. Examinando la promoción y el gran despliegue
que le hacen a "los resultados" de la encuesta, viene a mí, la
memorable frase que soltó oportunamente Álvaro Gómez Hurtado, en una entrevista
con Juan Gossain, siendo Gómez candidato por el movimiento Salvación Nacional,
por allá a finales de los años ochenta.
Era la tercera vez que Álvaro Gómez presentaba su
nombre como candidato presidencial.
En esa ocasión las encuestas no le favorecían, lo
ubicaban de último, al preguntarle Juan Gossain sobre los resultados que
obviamente no le favorecían, Álvaro Gómez con su aguda inteligencia le
contesto: "Juan: las encuestas son iguales a las Morcillas: muy buenas
verlas en el plato y degustarlas, pero a nadie le gustaría ver cómo se preparan".
La verdad es que tenía razón Álvaro Gómez: observar la preparación de las
rellenas impresiona y causa repulsión...pero ahhh, que deliciosas son.
Álvaro Gómez que propuso un "Acuerdo sobre lo
Fundamental", para superar nuestro continuo estado de confrontación,
era muy certero en sus respuestas. Esta respuesta, se identifica con la genuina
desconfianza que nos genera las encuestas en Colombia.
Seria torpe e insensato ignorar las encuestas, su
validez como método científico y estadístico para medir tendencias es
indiscutible. Las encuestas son una técnica de investigación social, que
permite conocer las opiniones y actitudes de una colectividad, por medio de un
cuestionario que se aplica, a un reducido grupo de sus integrantes y que se
denomina “Muestra”.
La técnica se usa con frecuencia para medir la
intención del votante. Esta metodología
si no es aplicada con el rigor científico y la objetividad debida, se convierte
en un elemento perturbador de cualquier medición o elección. La desconfianza
hacia ellas ha sido la constante. Hace muchos años se decía que en Colombia: “El
que vota elije”, luego mutó para decir: “El que escruta elije”, hoy
en nuestro medio, donde la actividad política es poco seria, tendríamos que decir:
¡¡el que encuesta elige! En definitiva, en Colombia con una alta
abstención, el pueblo vota, pero no elige. El fantasma del fraude siempre
estará allí, apertrechado.
Las encuestas son muy útiles para plasmar la situación
del momento, es una foto, que es también útil para ganar una elección, siempre
y cuando se use como lo que son: una técnica de investigación. Su fuerza radica
en la cantidad y calidad de la información que les proporciona las
encuestadoras, a quienes elaboran las estrategias electorales. En una época en
que la democracia se ha ampliado, y los países no solo se manejan de acuerdo a
lo que dicen las élites económicas o intelectuales, una campaña electoral,
necesita conocer lo que opinan los ciudadanos comunes acerca de los más
diversos temas. La única forma de hacerlo es a través de la investigación
científica y la herramienta privilegiada de ese tipo de investigación son las
encuestas, bien sea medición de aceptación o rechazo o la encuesta electoral.
Cuando se trata de encuestas electorales, son conocidas
por el escándalo que produce en las campañas, la publicación de la simulación
electoral, que es una pregunta del formulario que averigua cómo votarían los
ciudadanos, si las elecciones fueran el día en que se realiza la encuesta. Los
candidatos se obsesionan con esa pregunta. Los resultados producen polémicas
estridentes. Unos dicen que según “sus” encuestas ganan, otros que las
encuestas publicadas son falsas, otros que no creen en las encuestas. Al final
los que no han sido favorecidos con el sondeo dicen al unisonó: “la
verdadera encuesta es el día de las elecciones”.
La anterior declaración es recurrente, es un lugar
común, que con frecuencia utilizan los que van perdiendo, para tranquilizar sus
huestes de cara a las elecciones. Ante todo - en condiciones normales-
las encuestas no expresan las preferencias de quienes las hacen. Existen
candidatos que agradecen porque los
resultados de una encuesta que se publica les son favorables, o que se enojan
porque les son adversos. Ambas actitudes son erróneas. Se supone que los que
las realizan son profesionales en la materia, y sus estudios reflejan
simplemente lo que encuentran a través de la investigación, más allá de las
simpatías o antipatías. La encuesta, si está bien hecha, no debe reflejar los
sentimientos ni negativos ni positivos de los encuestadores.
Así las cosas, el rigor, el concepto genuino y puro de
un método científico, matemático y estadístico, se convierte en herramienta de
manipulación y de perturbación, para direccionar tendencias de citas
electorales. Algunos -no todos- se ponen de acuerdo para defender
intereses preestablecidos que beneficie a un determinado sector político, eso
es lo que percibe el ciudadano del común cuando se dice: “para una encuesta
hay otra encuesta”. Lo vemos todos los días: hoy puntea en las encuestas un
candidato de una determinada firma, mañana puntea otro de otra firma
encuestadora. El caos, la verdadera guerra de las encuestas electorales. El ciudadano
que vota, se encuentra expectante, se ve acorralado y apabullado en espera de
la publicación de determinada información, y al final casi siempre, se decide
por el candidato más “opcionados” en las encuestas. Hoy dan sobrado en las
encuestas a determinado candidato para las elecciones presidenciales y en poco
tiempo de manera inexplicable, se desvanece en caída libre. Creo que esta nueva
ley quiere evitar dicha perturbación
El otrora excelente ex candidato a la alcaldía de
Bogotá, Carlos Vicente de Roux, que renuncio en su momento, agotado por los
resultados de las encuestas, no le falto razón cuando dijo: “Los partidos se
han convertido en encuesta- dependientes, si de entrada su candidato no
califica bien, o no sube rápidamente se desmoralizan, se les olvida que las
campañas son precisamente para promover el candidato y su programa”.
Los partidos caen rendidos a los pies de la dictadura
de las encuestas. La CNE – Concejo Nacional Electoral – hace algunos años se pronunció
y abrió una investigación formal, a una serie de empresas dedicadas a estas actividades,
en las cuales pesaba la sospecha, de difundir y manipular datos que favorecían
a determinados intereses políticos. No sé conoció nunca los resultados de dicha
investigación.
En la estrategia, al ciudadano se le construye un
escenario mental, en el que se prefabrica una opción artificialmente ganadora,
sin importar casi siempre el programa político y al final se ve direccionado
por las encuestas. No desconozco la importancia de las encuestas, reconozco su
importancia, destaco sus aciertos y critico sus desaciertos. Hay empresas
dedicadas a estas labores que son muy serias y confiables, pero lo más
importante es tener fijado un criterio político propio, estudiar lo que ofrecen
los candidatos, votar por candidatos con un fuerte arraigo de partido. Para mí
las encuestas son un referente importante, pero no deciden mi opinión, ni mi
voto.
Germán
Peña Córdoba
Arquitecto-UNIVALLE.