Texto de Guillermo Salazar Jiménez
Después de los hechos violentos sucedidos últimamente,
las palabras por la paz y defensa de la democracia, son un disfraz que esconde
historias por contar y personajes que descubrir, lo expresó Rusbel Caminante
convencido de aquellos sentimientos escondidos que promueven la guerra. Alto
porcentaje de las noticias, entrevistas y discursos critican la incapacidad del
gobierno para frenar la violencia, agregó, sin advertir cuánta es su
responsabilidad por acrecentarla. Su eslogan preferido: la culpa es del otro.
Lo escuchamos, lo sentimos a diario, razonó Juanita
Lectora, pero después de los sucesos violentos no basta reforzar la seguridad
de los políticos o elevar el número de soldados en los pueblos para defender la
vida de campesinos y líderes sociales. Claro que estas acciones valen, pero es
necesario buscarnos en la intimidad de las palabras para expresar lo que
pensamos y deseamos. Expuso que este tipo de violencia coloca sobre la realidad
sangrienta del país una guerra disfrazada, advertida por el fuego contenido en
los gestos enmascarados de indulgencia, los gritos o aplausos cuando, por
ejemplo, hundieron en el Congreso las reformas del cambio. Concluyó que esa
verdadera violencia está en mentes guerreristas, donde no se respeta al otro y
cuyas voces internas hablan de este como enemigo perdedor. Guerra disfrazada de
bondad.
Con razón, agregó Rusbel Caminante, el escritor y
humorista español Jaume Perich afirmó, “Gracias a la guerra uno no solo puede
morir por sus ideales, sino que incluso pude morir por los ideales de otro”.
Cierto Rusbel, afirmó Juanita Lectora, con palabras abnegadas pero cargadas de
odio convencen a la audiencia acrítica para disfrazar la guerra que promueven.
Es necesario advertir que con tales artimañas los opositores al cambio
convierten a la verdad en la primera víctima de la guerra. Con Nietzsche, afirmó
que la guerra patrocinada vuelve estúpido al supuesto ganador y rencoroso al
vencido en una confrontación sin sentido humano.
Los atentados contra la vida de colombianos y pueblos,
expuso Juanita Lectora, se pueden evitar no solo con condenar la violencia y el
dolor, también es necesario buscarnos en el trato a los demás, en no promover
el odio hacia las ideas ajenas, en apoyar con críticas constructivas las
reformas a favor de los necesitados, porque las bombas y las balas son aviso de
que estamos mal como sociedad, que es el momento de pensar distinto y de hablar
entre opositores para comprender los males que aquejan a los pobres de
Colombia.
Rusbel Caminante aseguró cuánto vale la palabra para
integrar intereses mutuos, sin necesidad de matizar las diferencias, al
contrario, aprovecharlas para avanzar con respeto hacia el encuentro de
respuestas a las preguntas: ¿por qué estamos en guerra? y ¿quiénes la
promueven? Afirmó que la guerra afecta directamente la libertad de expresión,
base del desarrollo civilizado, y quienes la justifican no la consideran como
un crimen entre colombianos. Grande será su culpa porque la violencia
innecesaria promovida por la ofensa verbal contra los promotores del necesario
cambio social la convierten en guerra disfrazada.