Escuche esta publicación aquí...
Texto de Germán Peña Córdoba.
Con frecuencia se escucha decir lo que considero
desafortunado: "yo no hablo de política porque todos los
políticos son iguales". Es la salida fácil para hacer mutis por el foro.
Es la ruta que se toma cuando existe la controversia a nivel de amigos,
familiares, contertulios, colegas o compañeros de colegio. Cuando la discusión
se encuentra en un callejón sin salida se agotan los argumentos y el
interlocutor yace tendido en la lona argumentativa ahí es cuando se espeta en
la cara: "es que todos los políticos son iguales". Es el
recurrente etcétera, etcétera, descanso de los sabios, pero refugio de quien no
gusta controvertir o no arriesgarse a profundizar en el tema. Es la típica
evasión que soslaya el compromiso y la pertenencia.
Generalizar nos caracteriza y cuando se trata de
conceptualizar sobre la realidad política y el momento tan especial que vivimos
hoy, las críticas arrecian, la pasión domina y las emociones superan lo
razonable. Pienso que marginarse del devenir político es apartarse de lo que
eventualmente nos afecta e influye en nuestra cotidianidad. Gabriel García
Márquez estaba en lo cierto cuando sabiamente decía, que meterse en la política
es un imperativo, de lo contrario la política termina metiéndose con nosotros.
Lo anterior es cierto porque somos parte activa de las decisiones que de la
política se derivan.
Todos coincidimos en que vivimos "polarizados".
Y me pregunto: ¿y es que acaso siempre no lo hemos estado? Habitamos un país en
guerra permanente; un país que se encuentra enfrentado entre bandos fácilmente
identificables y los intereses que persiguen los que la agencian son claros. Si
referenciamos la situación actual a la historia relativamente reciente, "La
Guerra de los Mil Días" fue una cruenta guerra Civil entre Liberales y
Conservadores. En ella los colombianos se mataron entre sí por miles y una de
sus graves consecuencias, precisamente, por estar peleando, fue la pérdida de
Panamá (1902).
La Hegemonía Conservadora (1886-1930) fue un periodo de
44 años de gobiernos Conservadores. En estos largos años no se conoció la paz
y, su principal polarizador fue el dirigente Conservador Laureano Gómez Castro
que decía que "había que incendiar la patria" en aras de que
nada cambie y de hecho lo logró. Lo de hoy es lo mismo. Hablar de polarización
en Colombia es hablar de su estado natural, es su aire, su paisaje, su ADN. El
asesinato del general Rafael Uribe Uribe, el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán,
y Luis Carlos Galán han sido puntuales generadores de violencia en país
polarizado. No es de extrañarse, la polarización nos ha acompañado siempre.
En este contexto vivimos enfrascados en la controversia
diaria y, eso no es malo perce, peor es el mutismo pues no existe peor mentira
que el silencio. Controvertir es la esencia de la dialéctica porque la
unanimidad es la más notable característica del fascismo. Asumir posiciones
políticas no debe condenar ni asustar a nadie, hay que respetar la conciencia
informada e ilustrada y si no nos gustan los partidos al menos respetemos sus
doctrinas, equivocadas o no, son su esencia. El problema que veo es que, ante
la falta argumentativa y formativa, ante la ausencia de la sensibilidad y
solidaridad, son pocos los políticos que se evidencia una vocación genuina de
ayudar a los menos favorecidos, los pobres no están en su agenda y de contera
sufren de aporofobia.
¿Todos los políticos son iguales? No son iguales. No se
puede generalizar.
Un caso representativo del tema es Efraín Cepeda,
actual presidente del Senado. Cepeda lleva 31 años en el congreso ganándose 52
millones de pesos mensuales. En todos esos años - que yo sepa-, Cepeda no ha
producido una sola ley que favorezca a la clase trabajadora. Andrés Pastrana,
Cesar Gaviria, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque, podríamos decir
que todos son iguales: siempre han propugnado por el beneficio personal y el
bienestar de su entorno, jamás ha habido una genuina preocupación por los
problemas que afectan a los tradicionalmente marginados, solo se les nota la
defensa de unos privilegios y unos intereses empresariales y de clase que
propugnan eternizar.
Muy diferentes a los anteriores son políticos como Pepe
Mojica, Claudia Sheimbaun, Andrés Manuel López Obrador, Luis Ignacio Lula Da
Silva, o nuestro presidente Gustavo Petro. Estos lideres mundiales desvirtúan
la creencia que todos los políticos son iguales. En el caso puntual de Gustavo
Petro, habiendo vivido yo muchos gobiernos colombianos, no conozco ninguno que
hubiese tenido una preocupación tan genuina y sincera por los oprimidos. Las
reformas sociales que agencia el gobierno Petro, son necesidades sentidas en
una sociedad profundamente desigual, pero que van en contravía de los deseos e
intereses de los poderosos, verdaderos dueños del país; ellos quieren que nada
cambie, que todo siga igual. De ahí nacen los palos en la rueda, la mula muerta
atravesada en el camino, o el campo minado de un Congreso Filibustero, que
impide el desarrollo social armónico.
German
Peña Córdoba
Arquitecto-
UNIVALLE