Texto de Germán Peña Córdoba.
Expresar
claramente y sin ambages "me equivoqué", resulta ser la palabra más difícil de pronunciar por
parte del ser humano. No basta solo con el pronunciamiento de la frase, si no,
la ostensible disposición de corregir a partir de la aceptación del error y su
correspondiente rectificación. Se puede cometer un craso error como el que
cometió desde el punto de vista estratégico el general Marcos Licinio Craso en
la batalla de Carras en guerra de los romanos contra los Partos. De allí su
nombre: Craso error. De cometer fallos no nos escapamos los mortales y en
consecuencia perpetramos el error que puede ser garrafal o imperdonable, pero
lo importante es tomar los correctivos para subsanarlos y no convertirlos en
equivocaciones permanentes y reiterativas, porque la reiteración se convierte
en algo inaceptable.
Con los
años, se acepta con mayor facilidad el yerro, puesto que estamos cansados de
cometerlos y dispuestos a no conocer nuevos errores y caer en el permanente
desacierto. El error es humano e involuntario, es un desliz, un lapsus de
difícil reconocimiento cuando la terquedad domina.
Todo lo
anterior para expresar lo siguiente: el ejercicio de la política no se encuentra exenta que el gobernante cometa errores.
Se llega
a la política por dos razones fundamentales.
La
primera porque, quien ingresa a ella siente que tiene que defender unos
intereses personales, un afán de enriquecerse el y su entorno. En una
plutocracia como la nuestra el poder es heredado, no existen convicciones
políticas y se mira la política como un negocio para enriquecerse con los
dineros del estado. En este caso no se propugna por defender los derechos del
pueblo, como objetivo superior. Otros son políticos de origen humilde que
cuando llegan se olvidan de sus orígenes y se ven permeados por la ambición y
la codicia. Aquí se ubica la clase política tradicional que hoy no quieren las
reformas. Se niegan aceptar que el país cambió.
Pepe
Mojica decía, que ese de tipo de políticos con ambiciones personales, deben
estar por fuera de la política. Que se dediquen a sus negocios personales y
empresariales, que eso no es algo malo ni es condenable. Pero hay tenerlos
fuera de la política, no eligiéndolos.
La otra
razón tiene que ver con las fuertes convicciones que se siente para ejercer la
política como una sana actividad en favor del pueblo. Cuando se quiere cambiar
la vida de millones de personas se puede cometer errores o equivocaciones
puntuales; pero lo primero es el pueblo como magno objetivo. En este contexto
de cambio se ubica el presidente Gustavo Petro. Lo anterior no es la forma de actuar
de un Álvaro Uribe Vélez, un Germán Vargas Lleras, un Iván Duque o una María
Fernanda Cabal, que son políticos tradicionales con agenda propia. Si se estudia
su historia, su vida y el trasegar de Gustavo Petro, se deduce que ha sido
consecuente con su accionar político. Pero no está libre de cometer errores o
equivocaciones puntuales con su equipo, que en muchos casos no actúan en
consonancia con su férrea concepción del mundo. Reconocer Petro de manera diáfana, que se ha equivocado en algunos nombramientos
es un acto honesto que merece ser destacado, más cuando hoy, con la inversión
de valores que existe, seria catalogado políticamente incorrecto.
Pero como
decía al comienzo, no se puede ser reiterativo en el error porque eso tiene un
costo político que los enemigos sabrán capitalizar de la manera más eficaz. Es
difícil armar un buen equipo cuando se tiene ideales, cuando se quiere un
cambio profundo y estructural. Es fácil armar equipo cuando se quiere que nada
cambie, que todo siga igual y, su equipo es cómplice de las ambiciones y las
codicias del gobernante.
Una llamada Oposición condenada por sus posturas a ser los malos del paseo y q en vez de esperanza brindan zozobra, porque se oponen a todo de manera ciega, sin proponer nada, no desaprovechará los yerros para convertirlos en errores garrafales y de paso sus heraldos de los medios los multiplicarán, pues es hoy su función. Para ellos el constante reconocimiento de honestas equivocaciones son un bocado de reina, un bocatto di Cardinalle, que disfrutarán y saborearan como quien en su boca diluye un delicioso manjar.
En este
orden y de ahora en adelante quién enarbola la bandera del cambio es Gustavo
Petro, el político honesto que se le identifica con la esperanza, debe borrar
de su discurso cotidiano la reiterada expresión: !me equivoque!
ADENDA: El
Cabildo abierto de Barranquilla fue apoteósico. Con esto son cuatro actividades
exitosas en línea: visita a China, entrevista con el Papa, nombramiento de Héctor
Carvajal como miembro de la Corte Constitucional.
Germán Peña Córdoba
Arquitecto- UNIVALLE/79