Texto de Germán Peña Córdoba.
Hace muchos años cuando,
las secretarías de gobierno de las diferentes administraciones de Santiago de
Cali impartían la orden de desalojar a los vendedores ambulantes del centro,
llegaban los camiones cargados con intimidantes piquetes de policías antimotines;
cuando a lo lejos se divisaba los camiones que venían, los vendedores
ambulantes, unidos en natural mecanismo de defensa, hacían correr la voz: ¡ahí
viene el lobo, el lobo, llegó el lobo!
El
desesperado mensaje era interpretado con sentido de urgencia y tenía tal
efectividad, que en cuestión de segundos podían quedar despejados los andenes
de la calle13, la calle 12 y las cras 4 y 5. igualmente el mensaje cifrado se
extendía a todas las vías invadidas. Los vendedores huían con sus mercancías,
dejando algunas regadas en el pavimento. Los indígenas plantados sobre la calle
12 entre carreras 7 y 8, comercializaban sus artesanías producidas por su
etnia. A ellos no iba dirigido el operativo, tradicionalmente siempre han sido
intocables en la zona.
Cuando
el mensaje que alertaba la presencia del lobo feroz, no lograba su verdadero y
total efectividad se formaba un problema de orden público: los peatones, que
laboraban en oficinas o que casualmente frecuentaban el centro corrían
desesperados a resguardarse: la desbandada de centenares de vendedores, con sus
mercancías a cuestas, la persecución policial detrás "boleando
bolillo" podrían atropellarlos. El latente riesgo de morir por
aplastamiento podría convertirse en una realidad.
El
lobo feroz, era un símil referido al legendario cuento infantil, donde los
policías eran los malos, que montaban en sus camiones la mercancía decomisada y
de contera detenían a los informales, que luego tendrían que hacer tortuosos
trámites, para recuperar su libertad y recuperar la mercancía que tendían en
los andenes, el carrito de dulces, la palangana repleta de chontaduros o las máquinas
de preparar jugos. Luego en engorrosos trámites y teniendo suerte, el vendedor
informal lograba el objetivo de reclamar sus cositas. Unas veces llegaba
incompleta, otras veces desaparecía.
Aunque
la administración de Alejandro Eder tiene como propósito superior
"recuperar a Cali" y en ese objetivo incluye el centro de la cuidad,
las medidas adoptadas últimamente no son nuevas. Hubo un alcalde con la misma
intencionalidad llamado Ricardo Cobo Lloreda. El alcalde "Musculito",
apodado así por su cuerpo atlético y tonificado logro despejar la carrera 8
tradicionalmente tomada. Ricardo Cobo fue concejal y alcalde 1998-2000. Lo
sucedido fue algo inédito en la cuidad: una noche de noviembre de 1999, la
calle octava fue allanada y al otro día, para perplejidad de vendedores, compradores
y transeúntes amaneció despejada y el tránsito fluía libremente. A los pocos
meses la dinámica invasiva retomó su cause ¡De nuevo fue tomada!
No
es una novedad tratar de despejar el espacio público que arbitrariamente es
tomado por miles de informales, que hacen de esta toma el modo de ganarse la
vida y llevar el pan a sus hogares.
La
invasión del espacio no es un problema puntual, es un galimatías estructural, y
generalizado. El alcalde, Alejandro Eder que es Caleño raizal y que estuvo
muchos años de su vida por fuera de Cali, parece desconocer tal situación, su historia,
los antecedentes y las consecuencias de aplicar una medida en un tiempo tan
inoportuno, como lo es, el mes de diciembre.
Se
entiende que el gobernante en ocasiones tiene que demostrar firmeza y tomar
medidas que resultan impopulares. Este puede ser el caso, pero la enfermedad
debe ir acompañada del remedio.
El
indudable éxito arrollador que tuvo su administración en la Cop-16, lo ha
impulsado a realizar la peatonalización del centro de Cali. Este es un viejo
anhelo planteado hace décadas por la facultad de Arquitectura de la Universidad
del Valle. En aquella época lideraban estas ideas básicas Álvaro Thomas y
"El Loco" Rafael Sierra, ambos geniales Arquitectos, que nos hablaban
en los años 70s de la factibilidad del hundimiento de la avenida Colombia ¡Hoy
es una realidad!
El
propósito de la administración Eder es sano, si viene acompañada de soluciones
alternativas paralelas a las acciones. Se debe ofrecer opciones realistas de reubicación,
no soluciones utópicas o gaseosas que conlleven en poco tiempo a una nueva
frustración.
Germán Peña Córdoba
Arquitecto-UNIVALLE