Está muy
mal que les permitan a las disidencias de Iván Mordisco utilizar el nombre de
las FARC-EP en las actuales conversaciones de paz con el Gobierno. Eso es
incorrecto e implica muchas consecuencias, salvo que en el caso que nos ocupa
le antepongan la palabra “disidencias”. La primera consecuencia es que se
produce en la opinión la falsa imagen de que nunca hubo acuerdo de paz o de que
quienes lo firmaron volvieron a las andadas. Estamos asistiendo, pues, a un
déjà vu pernicioso. Siendo frívolo, diría que es algo así como un Yo me llamo
en el que Iván Mordisco participa como imitador de Manuel Marulanda, y, la
verdad, le queda grande el modelo. Además, ya es suficiente con la amnesia
ancestral que padecemos, para sustituir una marca y un proceso: las verdaderas
FARC-EP, que ya cumplieron en sus compromisos de desmovilizarse, entregar las
armas, firmar un pacto, comparecer ante la JEP, cambiar su nombre por el de
Partido Comunes y actuar desde la legalidad en el Congreso de la República. Y
resulta que ahora parece que apenas están en negociaciones con el Gobierno. Se
hubieran puesto más bien el nombre de M-19, para ver qué cara pondría el
presidente.
Al
aparecer las disidencias con el nombre “FARC-EP”, experimento la sensación de
que el tiempo ha pasado en vano, que el conflicto armado interno es endémico e
inmodificable, que los monumentos levantados con las armas silenciadas no son
más que mero espejismo. Y eso, por supuesto, les conviene a quienes promueven
una visión fatalista para justificar esta atmósfera bélica que nos agobia.
Aparte de que pone más en riesgo a los firmantes de paz, a quienes ya les han
asesinado a 385 miembros desde que entró en vigencia el acuerdo. Claro, es que
los consideran “activos” todavía.
¡Qué
cínica es esa impostura!, pero es peor aún que la acepte un gobierno presidido
por quien militó en el M-19, cuyos fundadores —Bateman, Pizarro, Fayad—
formaron parte de las canteras de aquellas FARC antiguas bajo el mando del
guerrero del siglo XX: Marulanda. “FARC-EP” es un copyright histórico, aunque
no esté registrado en la oficina de derechos de autor, lo mismo que el M-19, el
EPL, el Quintín Lame y confiemos en que muy pronto el ELN.
Pastrana
y Epstein
No es
difícil pillar en mentira a Andrés Pastrana. Cuestión de que alguien averigüe
en La Habana si fue cierto que estuvo visitando a Fidel Castro en la fecha que
aparece en los comprobantes del vuelo de Jeffrey Epstein que están en internet.
Al
comienzo, Pastrana dijo que sí había tomado el “Lolita Express” hacia la isla
del placer, pero que se había bajado en las Bahamas para ir a Cuba a una cita
con Fidel Castro. Que el pedófilo simplemente le había dado un aventón. Ahora
está diciendo que él viajó con Epstein a una reunión con Fidel. Dos versiones
diferentes y ambas inverosímiles. A menos que haya ocupado ese avión dos veces.
Pastrana tiene esa deuda moral con el país y con su familia, a menos que le
importe poco que cada vez que se hable de Epstein él sienta que le están
hablando de la soga en la casa del ahorcado. Pero es que, además, él invitó a
Cartagena a la proxeneta de menores Ghislaine Maxwell, esposa de Epstein, ahora
condenada a veinte años. Quién sabe a qué.