¿Sevilla la Capital de la Cultura y la Inteligencia?

20 de octubre de 20200 COMENTARIOS AQUÍ

Texto de Javier Cañas Ángel

Podemos considerar que nuestro municipio se identifica realmente con la frase “Sevilla la Capital de la Cultura y la Inteligencia”?. Esta frase hace que me confronte con la cotidianidad que hoy día estamos viviendo. En Colombia, existen otros municipios que, a diferencia de Sevilla, son apacibles, en donde la magia se contagia, y son lugares amables y abrazadores de los que uno siente una ligera nostalgia al marcharse.

No podemos olvidar que Sevilla ha sido la cuna de personas que han sobresalido en las artes plásticas, en las artes visuales, en la música, la danza, la literatura, el teatro, entre otras artes; por tanto, es importante considerar un proceso de educación que se vea reflejado en la cultura ciudadana. Se hace necesario establecer nuevas formas de relacionarnos, tanto en la familia, como en el colegio y en el vecindario.

 

En Sevilla, parte de los elementos que se deben restaurar para tener una sana convivencia y participar en los diferentes escenarios de nuestra cotidianidad, sin perturbar al otro, son: El respeto, la pertinencia y el interés por los demás. Para ello se hace necesario hacer a un lado el egoísmo, al que este modelo social competitivo nos viene arrastrando. Solo este hecho nos permitiría ver con mayor claridad un camino para moldear y así crear una oportunidad para tod@s.

Es lamentable que, durante tantos años, estos elementos que han venido siendo perturbados, no hayan sido tenidos en cuenta para ser trabajados y potenciados; para que hoy día se pudiera contar con un gran número de ciudadanos capaces de controlar este exceso de entropía, que siempre conduce al caos.

Necesitamos de manera urgente un programa educativo para detener este proceso, donde se está reproduciendo la miseria humana, tal como lo fue en la época medieval. En la mayor parte de esta época prevalecieron de manera marcada las clases sociales, donde los privilegios estaban servidos para los nobles y los clérigos y se les negaban a los campesinos. Es importante construir un modelo de municipio donde todas las personas tengan un espacio y un beneficio.

Se hace necesario volver a sentir lo que se sentía al salir a pasear por las calles de Sevilla en décadas pasadas. Eran salidas agradables y tranquilas. Al respirar, se sentía el aire cargado de humedad, y en él, viajaban los olores a café que salían de las cafeteras de los diferentes negocios que existían en el centro, en la Calle Real, en la Calle Miranda y en La Pista. Y si el paseo era durante la noche, se turnaban las fragancias de las flores nocturnas en los diferentes meses del año, donde uno aprovechaba las circunstancias para decirle una bella frase a la noviecita de aquel entonces. Pero hoy día las calles, los parques, mejor dicho, todo el casco urbano huele a excremento de perro y gato, al igual que nuestros zapatos.

Los menos responsables son los sabuesos y felinos, pues lo que hacen es parte de su proceso fisiológico. Pero el dónde lo estén haciendo, sí es responsabilidad de sus dueños y en segunda instancia de toda una sociedad a la que parece no interesarle la impertinencia y el irrespeto de nuestros vecinos. Se podrían hacer campañas bajo el principio de respeto para con el otro. Muchas de las personas que tienen mascotas abren la puerta de su casa varias veces al día para que sus perros y gatos salgan a adornar y aromatizar las calles. Calles que son nuestro espacio común, donde se hace fundamental nuestros procesos de convivencia y de comunicación con nuestros semejantes.

Otro aspecto, es la contaminación ambiental por ruido. Es increíble que hoy día en pleno siglo XXI, en el casco urbano se reproduzca aún el pitazo, que si debe hacer de manera obligada la línea (Willys) cuando va recogiendo a los pasajeros por las veredas para que vayan saliendo a la carretera y no pierdan la oportunidad de llegar hasta el casco urbano. Pero en el casco urbano, no hay justificación. Todo el tiempo las personas están pitando desde su carro o su moto. Para saludar, cuando se estacionan, cuando un taxi pasa a recoger al pasajero, para anunciar que ya va llegando a la casa destino, para acosar al carro que está en el semáforo o simplemente para que los vean. Bueno, definitivamente no he podido entender esa necesidad de hacer ruido todo el tiempo. Lo que sé, es que la contaminación por el ruido por parte de los pitos es muy alta.

Cuando en un inicio hablé de la necesidad de establecer nuevas formas de relacionarnos al interior de la familia, estaba hablando de algo sensible para nuestra sociedad sevillana, y tiene que ver con otras maneras de hacer del ruido una finalidad. Habría que hacer un análisis del comportamiento de estas personas que quieren llamar la atención en la calle, generando ruido. Al parecer, en Sevilla hay talleres especializados para ajustar el exosto de las motos para que éstas puedan hacer más ruido, y a los carros les incorporan grandes bafles para que parezcan un grill rodante.

Otra situación es, la velocidad de los carros y las motos en el casco urbano. El mayor recorrido que se puede hacer en Sevilla es, desde los viejos tanques del acueducto arriba en las margaritas hasta tres esquinas. Un recorrido aproximado de cinco (5) kilómetros como máximo. Si en Sevilla todas las personas asumieran conducir a una velocidad máxima de 30 kilómetros por hora, este recorrido lo estarían haciendo entre los 15 a 20 minutos como máximo. Un tiempo y recorrido realmente insignificante. ¿Entonces en donde radica tanto afán?  Sigo creyendo que es otro mal comportamiento de nuestros ciudadanos que no andan a pie. No son todos, pero hay un grupo importante que participa de esta hecatombe.

Hay que tener en cuenta también las ciclas. Quienes van sobre ellas aún creen que no existen reglas para transitar en la calle. Las ciclas en Sevilla van en todas las direcciones, sin importar hacia donde marque la flecha que indica el sentido del tránsito de una vía en zona urbana. Los semáforos no son tenidos en cuenta por los ciclistas, no se considera que son los peatones los que tienen la prioridad. Y ahora que menciono los semáforos, solo basta el tiempo que tarda para tomarse un café en Casa Blanca, para ver un sinnúmero de carros, motos y ciclas que se pasan en rojo el semáforo. Y hasta aceleran al máximo cuando faltan entre quince (15) y veinte (20) metros para llegar al semáforo, al ver que la luz pasa de verde a amarillo.

Para que Sevilla pueda ser considerada como Capital de la Cultura y de la Inteligencia, se podría crear un programa estructurado de cultura ciudadana con indicadores medibles en el mediano y largo plazo. Se podría tener en cuenta también la aplicación del Código Nacional de Policía y Convivencia (Ley 1801 de 2016), que está diseñado para corregir y prevenir de forma oportuna los comportamientos que afectan la sana convivencia, con base en el Artículo 33: Comportamientos que afectan la tranquilidad y relaciones respetuosas de las personas. Inicialmente podría ser a través de un proceso pedagógico y esperar que no sea necesario pasar a las sanciones o multas.

Si queremos pensar en Sevilla como un municipio turístico, no se puede correr el riesgo que representaría para un visitante, la alta velocidad de los vehículos y motos; no se puede perturbar su descanso, con los ruidos estridentes de los bafles de los carros y de los exostos de las motos; no se puede alterar su tranquilidad para recorrer nuestras calles, por lo que se podría encontrar en éstas: ciclas que van en todas las direcciones, el ruido de los pitos de los carros, y el excremento, que haría que cada noche tuviese que lavar la suela de sus zapatos antes de acostarse.

Tenemos que entender que todo proceso de convivencia necesita de un proceso de aprendizaje y que toda sociedad civilizada requiere de conocer y tener claros los derechos y deberes para la sana convivencia. Pero para ello se necesita buscar la levedad como principio para perfeccionar la condición humana a través de la educación y la cultura, y así poder instaurar una sociedad soportada en la sustentabilidad.

Javier Cañas Ángel

Sevilla Valle, 19 de octubre de 2020


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