Crónica de viaje a Rusia, visita a las ciudades de Moscú y San Petersburg

28 de noviembre de 20190 COMENTARIOS AQUÍ


Hoy en día las dos principales ciudades de Rusia, Moscú, su capital y San Petersburg, lucen bellas y renovadas; sus palacios imperiales, catedrales, iglesias, museos se ven hermosos, resplandecientes; sus amplias avenidas, bulevares se ven llenos de turistas de todas partes del mundo; se vive un ambiente cosmopolita, moderno, como en otras capitales de Europa Occidental.

Alguien que vivió y conoció el socialismo soviético, no puede dejar de preguntarse qué ha hecho diferente esta nueva época capitalista de su pasado socialista, cuando estas ciudades, aunque igual de hermosas, lucían más sobrias, grises y monótonas.

Varias razones podrían explicar estos cambios, señalo dos que considero relevantes.
En primer lugar, la apertura de Rusia a occidente después de la disolución de la Unión Soviética, permitió la entrada de capitales, arte, moda, estilos de vida occidentales, que conllevo al florecimiento por doquier de cafés, restaurantes, boutiques, hoteles de diferentes nacionalidades, en edificaciones históricas renovadas; hoy estas metrópolis se ven más diversas, coloridas y multiculturales.

La Unión Soviética, fue un país encerrado, preso en sus dogmas y prejuicios, ajeno a cualquier influencia cultural de occidente, considerada por el régimen, burguesa y decadente, contraria a los principios y valores socialistas. El único resquicio por donde entraba la moda y la música de occidente, lo abrieron los estudiantes extranjeros en los años 60, 70 y 80, quienes permitieron que se conocieran agrupaciones como los Beatles, los Rolling Stones, Bonny M, Abba; que se popularizaran los Blue Jeans y otras modas más.

Un segundo factor, no menos importante, es que la belleza de estas ciudades está representada en sus palacios, catedrales, iglesias que simbolizaban el poder zarista, el dominio y la opresión del estado y la iglesia sobre el pueblo ruso, poder que destruyó la revolución socialista de 1917

Esta riqueza arquitectónica, este legado artístico y cultural se convirtió en instrumento de educación del pueblo ruso en nuevos principios y valores materialistas, en la formación del nuevo hombre socialista, por parte del naciente estado soviético. Esta aseveración es especialmente cierta con relación a las catedrales e iglesias, las cuales en su mayoría fueron convertidas en museos de la religión y el ateísmo, escuelas, centros de arte, vaciándolos del espíritu religioso para el cual fueron construidos. Un ejemplo de esto fue la conversión de la hermosa catedral de Nuestra Señora de Kazán en San Petersburg, cuyas columnas e imponente cúpula nos recuerdan el Vaticano, en uno de los museos más representativo de la historia de la religión y el ateísmo en Rusia.

Si bien el nuevo estado socialista reconocía el valor arquitectónico, histórico y cultural del legado zarista, también es cierto que en nombre del nuevo dogma socialista soviético, contrario a un socialismo realmente humanista, se cometieron numerosos atropellos, se profanaron templos y objetos litúrgicos, desconociendo el profundo sentimiento religioso del pueblo ruso. Tal vez la apoteosis de esta cruzada antirreligiosa, haya sido la destrucción de la catedral de Cristo Salvador en Moscú, la mayor catedral de la iglesia ortodoxa en Rusia, para levantar en su lugar el palacio de los soviets, durante el gobierno de Stalin en el año 1932, proyecto que nunca se pudo llevar a cabo por la llegada de la II guerra mundial; al final se construyó una gigantesca piscina pública.

Esta catedral fue de nuevo construida según los planos originales en el presente siglo y hoy luce de nuevo imponente en el mismo lugar de la antigua, a orillas del rio Moskva, es testigo de los nuevos vientos que soplan sobre Rusia, como la canonización en el año 2000 del último Zar de Rusia Nicolás II. ¡Oh paradoja de la historia!

El patrimonio arquitectónico y artístico de Moscú y San Petersburg sufrió gran deterioro durante la II guerra mundial, especialmente en esta última ciudad, la cual fue sitiada por el ejército fascista alemán durante 900 días. Joyas de la arquitectura mundial de San Petersburg sufrieron grave daño, como el palacio de verano de los zares rusos en el poblado de Petergof; el palacio de Catalina la Grande en el poblado de Pushkin y la emblemática iglesia ortodoxa “El Salvador sobre la Sangre Derramada”, cuya construcción en el más rancio estilo arquitectónico ruso, a imagen y semejanza de la iglesia San Basilio de la Plaza Roja de Moscú, contrasta con el sofisticado estilo renacentista y neoclásico de esta urbe.

Después de esta cruel guerra, la “Gran Guerra Patria” como la llama el pueblo ruso, vino un periodo de reconstrucción de este patrimonio arquitectónico deteriorado y ultrajado, incluso de las iglesias y Catedrales, lo que demuestra la valoración del significado histórico y cultural de este legado artístico y de una política menos primaria y dogmática del estado con relación a la iglesia, además del reconocimiento del apoyo de la iglesia ortodoxa al pueblo y estado ruso, durante la II Guerra Mundial, algo que no hizo el Vaticano.

Hoy en día las ciudades de Moscú y San Petersburg se ven de nuevo esplendorosas, en esta última ciudad, el palacio de Catalina La Grande, luce de nuevo la radiante “cámara de ámbar”, saqueada y destruida por los nazis en la II Guerra Mundial; el museo Ermitage con la mayor colección de arte del mundo, sigue ampliando sus salas de exposición y las catedrales e iglesias ofician de nuevo sus liturgias.

Es pertinente señalar que, si en la época soviética se profanaron los templos en nombre de la revolución, hoy en día, esos mismos templos, en Moscú, San Petersburg, Praga o Budapest, se profanan en nombre del mercado, de la generación de divisas para el estado; son marginalmente lugares de culto, reflexión y recogimiento espiritual. Todo tiene precio, entrar a las iglesias, subir al campanario, divisar la ciudad desde sus áticos, incluso encomendar el alma a Dios.

Por último, es menester señalar que estas emblemáticas ciudades rusas han sido durante siglos la mayor vitrina de Rusia hacia occidente, desde la época zarista, pasando por el periodo soviético, hasta el actual gobierno de Putin, la demostración del poderío y la grandeza de los diferentes regímenes que se han sucedido.

La riqueza y opulencia de estas metrópolis, especialmente en el régimen zarista, contrastaba con el olvido y la marginalidad de las demás ciudades y aldeas rusas, que durante siglos permanecieron olvidadas y marginadas. La revolución socialista y el poder soviético trajo un desarrollo más justo, equilibrado y armónico de todas las repúblicas y pueblos que conformaban la Unión Soviética, salieron de la pobreza y el abandono en que históricamente estuvieron sumidos.

Santiago de Cali, Noviembre de 2019.
Wilson Zapata Valencia.

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