Sevilla es un pueblo cuya mayor riqueza es su
historia, ese pasado reciente nacido de una extraordinaria, valiente y heroica
colonización agraria. Colonización de trabajo nacida más de la solidaridad, la
convivencia y la hospitalidad que de la guerra -pues de ella venían
huyendo-, y de la falta de tierras que
si ofrecía la colonización de baldíos de la nación. Colonos que para sobrevivir
sembraron fríjol y maíz -primeros frutos de la tierra cultivada- y que eran
semilla de solidaridad para nuevos colonos.
El proceso de colonización y poblamiento de
Sevilla fue poco común por lo pacífico. En los primeros 11 años, de 1.903 a
1.914 -cuando fue declarado municipio-, solo se habían presentado los
siguientes hechos violentos:
Un rapto amoroso
Un herido accidental
Un suicidio
Una muerte pasional “involuntaria”
Un robo y
Un muerto a bala.
Por ese espíritu fraternal, la plaza –en el
primer acto legislativo de la creación de Sevilla como municipio- se denominó: Plaza
de La Concordia. (1.914).
Por esa época se estaba viviendo la revolución
campesina mexicana, dándose las bases de la revolución rusa y de la primera
guerra mundial. En 1.914 en Turquía hubo 6 mil muertos y 60 mil heridos según
cuenta Antonio María Gómez, el cronista de Sevilla.
En esta plaza se inició la fundación el 3 de
mayo de 1.903; fue una fundación colectiva, de muchos campesinos colonos como: Heliodora
Ceballos, Cenón García, Eliseo Muñoz, Jesús Correa, Francisco Albarán,
Francisco Heladio Hoyos y con el liderazgo del hermano del general Rafael Uribe
Uribe… don Heraclio Uribe Uribe.
Estos colonos se reunieron en lo que después sería la plaza de La Concordia, para
tener un punto de encuentro y acabar la dispersión y el aislamiento. Todos
empezaron a tumbar árboles centenarios y guadua en un convite, – acto que sería
la semilla de un arraigado espíritu cívico para hacer obras para la comunidad-.
Con mingas o convites se construyeron: la
plaza, la iglesia, el acueducto, carreteras y más adelante el hospital, los
bomberos, escuelas, entre otras obras.
Un clásico de los convites era “la fiesta de
los amarres” donde en cada poste se
anotaba el nombre del feligrés adinerado y este amarraba un toro, un
bulto de café o una bicicleta. Si no daba nada le amarraban un gallinazo por
miserable.
En esta plaza casi se frustra la fundación de
Sevilla porque cuando se derribaron los
guaduales, éstos se empezaron a descomponer y los olores -humor fétido y
mortal- produjeron una peste que mató a muchos colonos, incluida Rita -la hija
de don Heraclio-. Con esos muertos la zona cogió fama de clima mortífero,
habían más cruces que vivos. Entonces, para no asustar a los nuevos colonos se
inventaron el cuento que un cura había ordenado
sembrar a cada niño y mayor una cruz y que ese era el motivo del gran
número de cruces.
Superada la tragedia se empezaron a regalar
lotes alrededor de la plaza y esta se transformó en el lugar colectivo por excelencia.
Alrededor de la plaza se empezaron a organizar el gobierno civil y
eclesiástico. El comercio, los hoteles, clubes sociales y pobladores. En pocos
años Sevilla logró un vertiginoso desarrollo.
Fuente de la información | SERVITRAVEL SEVILLA