Si hubo héroes, ellos fueron y no yo dijo
Heraclio Uribe Uribe, el patriarca de Sevilla, Valle, para aclarar que no había
sido él el fundador de este pueblo. Yacen en la tumba o en el olvido quienes
verdaderamente empeñaron sus brazos en abatir la selva, remató. Pero fue en vano.
Es de don Heraclio el busto que hoy engalana el
parque Uribe Uribe, y suyo el nombre en la placa de bronce que asegura que el 3
de mayo de 1903 él fundó este pueblo. La verdadera tarea de don Heraclio, un
antioqueño de Fredonia, hermano del general Rafael Uribe pero convencido
pacifista, fue hacer las mediciones para trazar la plaza principal y los lotes
que en perfecta cuadrícula cortan esta suave meseta de la cordillera central. A
media altura, con los Andes a sus espaldas y el fértil Valle a sus pies,
descansa ese pueblo que primero bautizaron con el nombre de la ciudad
norteamericana de San Luis, la de las orillas del río Missouri, pero que luego
rebautizaron con el de la ciudad andaluza de Sevilla, en 1914. Sea como fuere,
ya había un asentamiento de colonos anónimos aquí cuando trazaron los linderos
de lo que hoy es la Plaza de La Concordia. La cultura caucana -o vallecaucana,
la llamaríamos hoy- se interesaba entonces tan solo por los terrenos llanos y
las tierras cálidas. Lo demás es loma, siguen afirmando hoy. Se necesitó que llegaran las oleadas colonizadoras de
campesinos antioqueños para poblar las montañas del norte del Valle. En esos
primeros tiempos estas tierras pertenecían al distrito de Bugalagrande, y más
tarde a Zarzal. Esos colonos de entonces llevaban una vida de miseria. La
supervivencia era difícil en estas selvas, tanto que uno de los primeros curas
señaló que había más cruces en el cementerio que habitantes en el pueblo. Pero
llegó entonces el auge del café -ya en 1910 había una plantación con 6000
cafetos- y la historia nunca volvería a ser la misma. Gracias a ese cultivo los
años 20 fueron años de gloria, si exceptuamos el hecho de que los godos del
vecino poblado de Caicedonia optaron por independizarse y crearon su propio
municipio. Fue ése un capítulo más en la historia de contradicciones que es la
de Sevilla. Este es, después de todo, un municipio que combina no solo la
cultura paisa con la valluna, sino el sectarismo político con la solidaridad
ciudadana, la violencia con la música, o la influencia de librepensadores como
don Heraclio con el más recalcitrante de los fervores religiosos. Como ejemplo
de religiosidad está la hoy perdida tradición de rezar los mil jesuses cada 3
de mayo, fecha en que coincidía el aniversario de la fundación del pueblo con el día de la Santa Cruz. Todo sevillano de respeto
imploraba.: Apártate de mí Satanás, que parte en mí no tendrás, porque el día de la Santa Cruz dije mil veces Jesús, Jesús, Jesús. Entre tanto había que llevar la cuenta con un rosario, para
asegurarse de cumplir con la cuota milenaria de invocaciones. Y qué más muestra
de solidaridad que las ferias del amarre. Para éstas, todos los ricos del pueblo donaban
ganado, cuya venta servía para financiar obras sociales, desde la
iglesia misma hasta el hospital local. Muchos querían resaltar en público su generosidad con
novillos gordos o vacas paridas que eran amarrados en la Plaza de la Concordia
en un poste que llevaba el nombre del benefactor. En los postes de los
avarientos que entregaban animales viejos o enfermos el pueblo mismo se encargaba
de amarrar gallinazos, a manera de escarmiento. Como en todo el norte del
Valle, en Sevilla es también grande la lista de historias de violencia. Las hay
recientes, con guerrilla, paramilitares, y narcotraficantes. Las hay, quizás
más crudas, en los años de La Violencia, cuando estas tierras fueron fecundas
en pájaros y en hechos de barbarie. La historia de
los hermanos Granada, Marcos y Onésimo, conservador el primero y liberal el
segundo, es emblemática. Heridos en hechos separados, con pocas semanas
de diferencia, los dos hermanos vinieron a fallecer el mismo día. Vanidad de
vanidades. Pero esta tierra de promesas tiene una riqueza musical que siempre
ha ayudado a despejar las sombras grises del panorama. En Sevilla nació
Pompilio Tocayo Ceballos, el autor del bambuco Rosalinda, una composición que
hace parte del repertorio de todo trío de música andina. Y sevillano es también
el autor de un pasodoble que evoca ese vínculo andaluz de esta tierra montañera
del Valle. Cruel paradoja es que cayera asesinado cerca de la Plaza de la
Concordia Hugo Toro Echeverri aquél que cantó: “Son de guitarra embrujada, embriaguez de
manzanilla, castañuela arrebatada, es mi tierra de Sevilla”. Se necesitó que llegaran los campesinos antioqueños para poblar las montañas del Valle.
Por: Portafolio, julio 05 de 2006 - 05:00 a.m.