El Mono Reina

3 de junio de 20160 COMENTARIOS AQUÍ

En la leyenda del fútbol sevillano, hay dos cosas que aún permanecen en la memoria de los aficionados. Uno de esos recuerdos, es el gol que le marco “El Negro” Hincapié, a Pedro Zape, el arquero del Deportivo Cali y la selección Colombia, y el otro es el gol que le hizo Edgar Reina Peña, al arquero del Racing de Avellaneda, uno de los mejores equipos argentinos de los años setenta.

El “Mono”  Reyna como se le conoció en Sevilla, es el único jugador de nuestro patio que ha tenido renombre nacional como profesional del fútbol y además por resonante añadidura a marcado un gol a un equipo extranjero en un certamen internacional (Copa Libertadores de América). En el año de 1978, fue fichado por el América de Cali, y en el encuentro de los “Diablos Rojos”, contra los argentinos, se fajó un golazo que todavía recuerdan los hinchas de “La Mechita”. En aquella tarde memorable, el puntero derecho mandó el balón al centro del área, Edgar lo paró en el pecho y sin dejarlo caer, se elevó unos centímetros para marcar un gol de chilena.

Ese día don Cicerón Reina, su padre, que también fue futbolista, estaba viendo el partido por un televisor en blanco y negro, marca Sanyo, recostado sobre la cama porque tenía una pierna enyesada, por fractura de tibia y peroné. Cuando Edgar, su hijo, marcó el gol, se tiró de la cama dejando a un lado las muletas, se asomó al balcón para celebrar la anotación y cayó al andén al perder el equilibrio.

Todos los vecinos de la cuadra, estaban en la ventana o parados en la puerta, después de la algarabía del profe y todos lo vieron inerme en el pavimento. Hasta allí llegó don Vicente Muñoz, el de la Farmacia La Cruz, para refregar su cuerpo con Agua Florida de Murray, también apareció don Marco Bernal, el “mediquillo”, para darle a beber Emulsión de Scott. Hizo presencia en el escenario Bernardo Giraldo, el papá de “Los Cumbambas”, para aplicarle choques eléctricos y Gratiniano Barrera, para suministrarle tres “copetines” de aguardiente que reanimaron al caído.  Allí montaba guardia Fonseca, desde que se enteró del accidente, pero esa tarde no le pudo vender el estuche a la familia, porque Cicerón resucitó para la vida.

Después de transcurridos unos minutos, se llamó al “Mompa”, para que lo trasladara al hospital San José. El “Mompa” no llegó a tiempo, porque se encontraba comiendo “llinaga”, así llamaba el chofer a la gallina. Abel Barrera, lo acomodó en la silla de su caballo vaquero y lo trasladó al centro asistencial. Cuentan los que vieron el recorrido, que ese día don Cicerón parecía don Quijote de la Mancha montado sobre su Rocín, como en aquella aventura cuando el malandrin encantador lo molió a palos.

Así se vivió el fútbol en el pasado sevillano: con pasión. Los hinchas celebraban una volada palo a palo de Chonto, otros la tapada de un penalti de Cholo, y a don Cicerón le dio por tirarse de un balcón, cuando Edgar, su hijo, marcó un gol para la historia.

Por| Javier Marulanda “Marulo”
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