'Mucho ruido y pocas nueces’ es la percepción de muchos colombianos
frente al proyectado fondo de USA por un valor de US$450 millones ¿por año? para
financiar la paz, más allá del conflicto -que todavía está en veremos- y como
sustituto del ‘Plan Colombia’ por un valor cercano a los US$5000 millones, de
tan profundo impacto en la modernización de nuestras fuerzas militares y el
progreso de nuestra ya larga batalla contra la subversión y el narcotráfico que
también le compete a los consumidores por aquello de “es la demanda la que crea
la oferta”, apenas morigerado por el gran significado político que este hecho
reviste, de la mano del involucramiento unánime del Consejo de Seguridad de la ONU
en la vigilancia del desarme de la guerrilla en el posconflicto.
Por supuesto que no es sólo este fondo el que servirá de plataforma para
aterrizar la financiación del posconflicto, pues se habla de otros US$200
millones conseguidos por el presidente Santos en una Europa quebrada, a los
recursos inciertos de la reparación de la guerrilla y, por supuesto, a las
reformas tributarias que se nos vienen encima, para recomponer una
cuantificación económica del posconflicto, que puede ser de dimensiones
colosales en un país inmerso en una crisis fiscal sin antecedentes.
Y es que hablar de tan exigüos recursos en un país en donde la
corrupción generalizada es de lejos ‘la madre de todas las madres’ de los
problemas de Colombia y en donde ‘el cada día’ nos trae una sorpresa –para no
hablar sino del presente-, de las escandalosas cifras de la defraudación de COLPUERTOS,
el caso de DRAGACOL, el robo político de las regalías regionales, el cartel de
la contratación en Bogotá, la quiebra del sistema de salud, los 23.5 billones
perdidos del cargo por confianza para prevenir un nuevo apagón, la extravagante
relación costo-beneficio de entidades como la Fiscalía General de la Nación y
las contralorías departamentales y municipales, convertidas en vulgares
apéndices políticos de los funcionarios auditados, el sobrecosto de casi
US$5.000 millones de REFICAR, obra inconclusa y de lo que no se ha hablado:
alimentada por gas, cuando éste ya no existe en la Costa Caribe… todo ello
inmerso en una pavorosa impunidad.
Como lo anotaba un reciente editorial, a propósito de un Informe
revelado por la Corporación Transparencia Internacional que tipifica a Colombia
como uno de los países más corruptos del mundo: “Lo grave de esto es que, como
lo prueban los índices en las sucesivas mediciones, nada hace pensar que esta
dolorosa situación pueda mejorar. Por el contrario, cada nuevo escándalo que se
conoce en la Administración de Justicia, en el Congreso, en la Fiscalía, en la
Defensoría del Pueblo, en la Registraduría, en las corporaciones públicas y en
los ministerios, echa por tierra cualquier esperanza de que algún día el país
le puede ganar la guerra a la corrupción.
Ya seguramente las conocidas organizaciones dedicadas al saqueo de lo público y a comprar funcionarios y conciencias para enriquecerse a costillas de Estado, deben tener listas sus estrategias para adueñarse de los multimillonarios recursos que ya se anuncian para poder aterrizar la paz y manejar el llamado post conflicto”…Como decían las abuelas ‘Dios nos coja confesados’.
Por| Olmedo Ramírez López
olmedoramirez@gmail.com
Febrero 11 del 2016