Bueno mijo, mañana nos vamos muy tempranito a
la escuela ¡dijo MIGUEL¡
Hayyyyyy, no sabía yo lo que me esperaba.
Que
disputas entre toda mi gallada: Arbey, Tito y Tobías Bastidas, y el
gamín (hoy es celador de calles) y mis hermanos, mucho tiempo después
entendería de la Revolución, del daño que hacen las guerras al mundo, del
movimiento hippie, de la paz, del amor, de la vida espiritual, de la filosofía
pura de la vida y de las delicias
pacifistas y coloridas de la marihuana; mi primera traba, que miedo yo temblaba
y mi gran amigo Edgar Suaza armaba el vareto, hoy todavía conservo en mi
cerebro parte de esa traba, todavía camino como Zombi, aturdido, pero lo mejor
de todo la pelea que tuve con la marihuana, ella que sí y yo que no, ella que
sí y yo que no, hasta que gane yo, mi amigo Suaza si continuo hasta se casó con
ella, hoy camina por las calles de mi amado pueblo husmeando por cada rincón,
quizá en busca de paz o de amor, o tal vez se encontró con el mismo y no quiere
despegarse de su *yo*, es feliz.
En ese día cualquiera, de ese veraniego año
de 1962, me toco madrugar de la mano de mi padre rumbo al barrio Puyana,
llegamos, escuela Armando Romero Lozano, más atrás venia don Lizardo Bastidas,
traía de la mano a mi amigo Arbey, nos esperaba un señor enorme, gordo, el cual
con un vozarrón como si nos hablara desde dentro de un tarro: don Elías Isaza, lindo señor, mejor persona y excelente
profesor; primero primaria, primero tuso,
las vocales, las consonantes, los números, las restas y los principios
de la multiplicación y de la división, dibujo y música, ahhh música, música
colombiana que era obligatoria en escuelas y colegios, en todas las ocasiones,
sonaba y resonaba en las emisoras por horas, con don Elías me aprendí Sabor de
Mejoran, Las Acacias, La Carta, Uri, etc. etc.; bueno terminó primero y
vacaciones, futbol y cabalgatas nocturnas.
Segundo año, me estaba gustando la escuela,
llegamos a la primera clase, allí fue diferente, más duro, más normas,
divisiones y multiplicaciones más duras y regla “ventiada”, Silvio
Correa era el profesor, él nos dijo un día, yo ya se lo que ustedes
están haciendo, los conozco, están tocándose, por eso es que están tan pálidos,
el que hace eso le salen pelos en las manos, yo estaba asustado porque no sabía
de qué me hablaba, seguramente si nos hubiera hablado de la masturbación a lo
mejor le habíamos entendido, o al menos hubiéramos investigado, hoy todavía
busco el pelo en mis manos y no lo encuentro.
Con el profesor Correa estuvimos en segundo
y tercero, años difíciles porque mis manos no podían más de los reglazos, aun
me duelen pero no siento odio.
Una vez en tercero, en un recreo, tuve mi
primer encuentro con un Ovni; resulta que estando sentado, vi un objeto que se me acercaba a
gran velocidad y un zumbido que aún recuerdo, el objeto se me fue acercando y aterrizo en mi tusa cabeza, trato de bailar
en ella, pero no pudo, era un trompo el que me dejo tremendo y sangrante chichón,
recogí el trompo y con lágrimas en mis ojos del fuerte dolor, me lo guarde en el
bolsillo; cuando regrese a casa, empecé a alardear con mi nuevo trompo, el que
mi padre observo y se dio cuenta que no me pertenecía, me pregunto, cómo
obtuviste ese trompo? A lo cual le respondí que me lo había encontrado en la
escuela y después de una fuerte reprimenda y amenazas de una pela como castigo,
al día siguiente fuimos a la escuela para devolver el trompo, pero como no
encontramos el dueño tuve que dejarlo en
la dirección, él, mi padre, adujo que como no era mío, entonces lo devolvíamos, esa era una forma de corregir
el supuesto robo que yo había hecho, finalmente me salve de la pela.