Corrían los años 50 al 60, vivía en ese
entonces por la calle Miranda, en la casa de mis padres, con mis hermanos, y
para mediados de esa maravillosa época
nació Yuddy, la hermanita que un 22 de
abril del 2011 se nos fue. Nos vinimos a Cali, ella aprendió a
danzar el Tango y la Milonga,
también estudio.
Recuerdo con placer cómo desde el solar de mi
casa, escuchaba yo al otro lado la batería que
muy rápida en tambores, baquetas, pedales, bombo y caja con su bordona,
tomas de pie y contra tiempo, en ese agarre de percusión y platillos alegraba
el Son.
Soñaba entonces que en mi pueblo bien podría haber una Filarmónica. No entendía entonces
porque ello solo era para gentes de elevada cultura musical y de la “alta
sociedad”. Apenas si de lejos escuchaba
los domingos en misa el piano de
la iglesia mayor.
Fui alcalde y logre que la banda municipal cumpliera su misión en parques y barrios.
Años después, precisamente hoy, en mi memoria
volví a escuchar la batería y el
clarinete, vi con que agilidad en las
manos se golpeaban los tambores y, los pies en singular ritmo repican con
pedales en los cueros del tambor mayor. Los platillos de alegre sonar al golpe
de los palos, y mi cuerpo y alma
alegrarse hasta el delirio, olvidando que aquellas escuelas de la música no son
como lo dicen, para seres carentes de oídos
capaces de interpretar en un pentagrama y partituras: el Do, Re, Mi, Fa y menos aún las Negras, Negrillas y Blancas y otros símbolos
como: Corcheas, Fusas y Semifusas que se escucha en teatros de alto turmequé y
bares de cache… Y me pregunte:¿ Como
para que el Odeón en La Concordia?.
Hoy pediré
un regalo para mi pueblo a quienes la administraran.
Crear la
Filarmónica Municipal, para que después de una buena práctica cada mes
en los parques nos alegren el corazón y para que cada año se instale el festival y el concurso nacional de las baterías. Y se
firma la paz como lo creo ¿ porque no?.
Este es el
regalo, pido a cambio de no solicitar cosa más.
Aldemar Gómez Ocampo
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