Un Sevillano

14 de julio de 20140 COMENTARIOS AQUÍ

La muerte  para algunos es un deseo o un hecho natural, para otros, relación específica de la existencia humana,  y en este sentido puede ser entendida como iniciación de un ciclo de la vida, que algún día fenecerá  como posibilidad existencial.

Ayer  en la villa de Céspedes  se nos fue para siempre Alberto Jaramillo Llanos, el hijo de don Horacio y  doña Genoveva, el hermano de un gran pintor: Fabio, Tomasito y de otros  de aquel  rebaño que  tuvieron  aquellos  formidables ciudadanos.
Fui por muchos años amigo  de Alberto, le conocí como hombre cívico,  que  amaba al extremo  a su Sevilla y cuando de esta se trataba solía cantar  las  estrofas  de Madrigal y  Mi Sevilla  y con todas las fuerzas de su pulmón que no eran    pocas, las del himno municipal. Vivió por un tiempo en Inglaterra y de allí regreso a su tierra natal.

Gustaba de la política y fue  Concejal  por dos oportunidades,  cargo de servidor público en el que nunca hubo de su parte un solo asomo de  corrupción y bien por el contrario varios de los ediles con su  marcada sinceridad y compromiso por su pueblo recibieron de viva y en alta voz el castigo de la denuncia pública, por  sus faltas de moralidad y eticidad.

Su voz  se escucho en la plaza pública y en ella fustigo a políticos locales y departamentales, y  por ello  solo logró  ganar  el reproche de quienes si  adulaban  a los criticados, ácidamente con su lenguaje   que para algunos  era altanero o severo, pero que no era otro mas  que el de un ser que aprendió que era mejor  la falta de millonarias sumas  que las bondades de una abultada chequera.

Dura era   su  forma de ser y  aliado de muchos humildes que hasta su casa llegaron.
Trabajó con  algunas administraciones públicas del nivel municipal, recuerdo una de aquellas, la Tesorería y  de esa tarea allí nadie pudo decir tomo un solo peso para su  beneficio particular.
Me agradaba   escucharle cuando  se  emocionaba  con la poesía y recitaba  versos   de   grandes poetas nacionales y de algunos extranjeros.

Sus chistes eran  formidables y algunos  capaces de  formar  roncha.
No se  volverá a escuchar pues  su risa sonora y su voz  que pareciera que  como que salía de una  caverna, donde solo habitan los que saben callar ante el  nefasto mundo  de la  corrupción.

¿Que cuando tomaba era  muy   difícil  entender sus modos de pensar y actuar?, no   es cosa que nuble su  compromiso con su pueblo. Ni por ello el poder calificársele como un hombre no apto para vivir en sociedad.

Ahora quien  es perfecto? Lance  este la primera piedra.
Formo un hogar con una dama  de muy  destacada calidad humana y sus hijos  son  varones de mostrar.
No pidió nada Alberto a  sus amigos, dio si a  estos lo que  de su herencia  había recibido de sus progenitores.

Finalicemos  diciendo: con su muerte entro  Alberto Jaramillo Llanos al Alma  Universal.
Paz  en su morada eterna y  a su familia,  sentido y solidario pésame.

Aldemar  Gómez Ocampo
Cali, 14 de julio de 2014
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