Continuación

Año tras año, el festival fue creciendo, a punto de ser reconocido en el ámbito cultural colombiano y en las últimas versiones, tuvo exponentes internacionales, llegando a sentirse un hermano menor del gran festival Nacional del Folklore del Cosquín, en Argentina, cuando en 2007 el grupo Bandola fue como delegación colombiana hasta Córdoba.

Sevilla, históricamente ha sido un municipio que basa su economía en la agricultura, y es denominado desde 1953, como la Capital Cafetera de Colombia, por su gran producción. La recolección del grano se realiza en mayo y en octubre principalmente, meses donde la economía se dinamiza en la región.

     Desde 1996, año de nacimiento del festival, la bonanza llega también con los vientos de agosto.

      Sevilla no ha tenido tradición turística, por esta razón, los primeros años del festival, se suplió la necesidad de un hospedaje en el municipio para los turistas, en casas de familia que amablemente prestaban o alquilaban una o varias habitaciones e incluso ofrecían alimentación paga y en algunos casos brindada por los anfitriones.

     Con el paso de los años, los hoteles agotan sus reservas para esta fecha, los restaurantes no dan abasto y los menús son variados durante los cuatro días del festival, el comercio se mueve aún más y los artesanos aprovechan para exhibir y vender sus productos debido a la gran afluencia de público.

    La logística del festival, demanda mucha mano de obra antes, durante y después, ocupando a muchas personas alrededor del evento.

En 2010, para la celebración número quince del festival, a las quince horas, del día quince de agosto, precisamente con quince agrupaciones, en quince diferentes puntos de la plaza de La Concordia; se hizo un concierto sin amplificación, que terminó en el centro de la Plaza, con un gran abrazo entre todas las agrupaciones asistentes y el público que los acompañaba.

   En ese momento, surgió la idea del carnaval de los abrazos, sin importar que fuera agosto, un mes no tradicional para los carnavales, pero para los sevillanos, hoy en día, así lo es ya.

    Cada versión del festival Bandola, de ahí en adelante, llevaba su carnaval de los abrazos, convirtiéndose en uno de los momentos más interesantes y hermosos del festival.

     Los jóvenes del grupo de teatro fabrican máscaras de carnaval y las exhiben en el recorrido, los niños y los adultos en general, se visten de alegría, las escuelas y los colegios salen con sus comparsas al son de la música y es un arco iris de colores que fluye por las calles adornadas del pueblo recibiendo el carnaval, los malabares, los zanqueros y los artistas de talento circense también hacen presencia y en una comunión donde participan los niños, los jóvenes, los adultos, sevillanos que llevan años sin venir al pueblo, se encuentran con sus paisanos, los turistas que llegan por primera vez, y en general gran cantidad de asistentes al festival, luego de un recorrido por las calles, la caravana llega hasta la plaza de La Concordia y allí el Grupo Bandola los recibe con sus canciones, mientras instan a los asistentes a tomarse fotografías con la frase ya popular tomada de una de sus canciones: “ ¡Listos para la foto!”.

“Pare un momento la fiesta

que nos vamos a tomar

una foto pal recuerdo

Una foto familiar

 

Todo el mundo se alborota

con la foto familiar

se cuadran y se descuadran

se preparan para posar…”

Canción: Listos para la foto / Grupo Bandola

 El grupo anima a los asistentes a repartir abrazos, se llora de emoción celebrando la confraternidad, la alegría de vivir, todo esto alrededor de la compañera infaltable para el sevillano. LA MÚSICA.

    En ese instante aparece un personaje vestido de colores al que en la fiesta le denominan Don Concordio y reparte abrazos y sonrisas para todos los asistentes.

El verde y blanco oficial de la bandera sevillana, se torna de múltiples colores, el municipio deja de llamarse así y pasa a denominarse el pueblo de Abrazolandia cuyo alcalde es Don Concordio.

   En el pueblo de abrazolandia, todo se convierte en alegría.

Aparte de los abrazos y los muchos colores, acompañados del árbol amarillo, cuyas flores se convierten en mariposas, anunciando que llega el carnaval. Atraídos por el carnaval, llegan muchos personajes, quienes con su alegría contagian a todos.

   Leptino, el extraterrestre, llega en su nave espacial proveniente del planeta Kepler, viene a bailar y a gozarse los abrazos de los seres humanos, porque el carnaval simplemente es del otro mundo.

    La Mujer Bandola sale danzando desde alguna esquina y Cobito el duende, envuelve su paso de alegría con su bastón de colores.

   Las flores desprevenidas de los guayacanes caen en algún sombrero transeúnte y adornándolo, se van desfilando por las calles, algunas besan el suelo de Abrazolandia retocando el gris asfalto por amarillo alegría.

     Luego el árbol amarillo entero, se desprende de su lugar y como dice la canción del Grupo Bandola: “con su vestido de muchacha dominguera…”, sale también de carnaval.

    Por sus calles corre la alegría, los vestidos de muchos colores, las caras pintadas, las máscaras, le dan forma al carnaval.

     Cada comparsa trae consigo un mensaje de alguna leyenda, del pueblo de abrazolandia. Con risas, bailes y un gran jolgorio, recorren las calles, contagiando a chicos y grandes, a propios y extraños a unirse en abrazos de inmensa armonía.

Como el momento de la misa en el cual, un sacerdote en su rito, invita al saludo de la paz, lo mismo lo hace el Grupo Bandola, invitando al abrazo.

“El mundo necesita más abrazos

El mundo necesita más calor

Solo hace falta abrir los brazos

Y brindarlos con amor

 

Abra, abra, abra, aaaabrazos

Abra, abra, abra, aaaabrazos”

Canción: Los Abrazos / Grupo Bandola

 No se hace extraño, ver desde el loco del pueblo, hasta el anciano bailar de alegría, al ritmo de los tambores y al son de las canciones del Grupo Bandola.

Donde el perro, el pato, el duende y hasta La Llorona se visten de carnaval, llevando consigo en cada corazón, alegría y amor.

    La canción “Ya se siente el carnaval” del Grupo Bandola, suena, resuena y vuelve a sonar, invitando a todos a participar de la fiesta:

 “…Olele, lei, le,

Olele, lei, la

Por las calles de mi pueblo

Ya se siente el carnaval (bis)

 

Con sus caritas pintadas

y banderas de colores

van corriendo a reunirse,

ya se escuchan los tambores

 

Olele, lei, le,

Olele, lei, la

Por las calles de mi pueblo

Ya se siente el carnaval (bis)

 

Las casitas adornadas,

las familias ya lo esperan,

las comparsas van bailando,

todo el pueblo está de fiesta (bis)

 

Olele, lei, le,

Olele, lei, la

Por las calles de mi pueblo

Ya se siente el carnaval (cuatro veces)

 

Los latidos se desbordan

vamos llegando a la plaza

la música vuela al viento

y un mar de gente se abraza (bis)

 

Olele, lei, le,

Olele, lei, la

Por las calles de mi pueblo

Ya se siente el carnaval (bis) ”

Canción: Ya se siente el carnaval / Grupo Bandola

 La energía de ese momento es indescriptible, Abrazolandia aspira alegría, se vive la burbuja del “no tiempo” descrita por Aristóteles y todo pasa a un segundo plano, porque se vive y se sueña en Abrazolandia y se hace un llamado a la felicidad y a la armonía desde este pequeño lugar en los Andes, sobre todo, para una nación como Colombia, con tanto amor para dar y que ha sido tan golpeada.

    El carnaval de los abrazos es el momento más especial del Festival Bandola.

En agosto de 2019, en una rueda de prensa local, la organización del Festival Bandola, comunicaba a todos con gran alegría, que, para el siguiente año, 2020, el Festival llegaría a sus bodas de plata, y el Carnaval de los abrazos, cumpliría 10 años.

   Con los veinticinco años ininterrumpidos, el festival ya se convertía en mayor de edad a tener en cuenta como patrimonio por el Ministerio de Cultura colombiano, así que la gestión desde ya se adelantaría. 

    Se preparaba todo para esta hermosa celebración venidera, varias agrupaciones desde ese momento, habían confirmado su presencia y los sevillanos dispersos por el mundo, ya habían destinado estas fechas para re encontrarse con sus paisanos en el abrazo fraternal.

    Las madres esperaban a sus hijos residentes en el extranjero, porque la época del festival, se convirtió con los años en el momento del retorno a casa.

Agosto de 2020, nos llegó a los sevillanos, con un tapabocas puesto y la consigna del distanciamiento social, producto de la pandemia. Todo quedó ensombrecido por los tiempos de la peste de la COVID- 19, algo que ni el más pesimista de la región, se esperaba.

   Las calles del pueblo se vieron desoladas, la sonrisa típica del sevillano, ya no se veía y la dinámica de un municipio de prevalencia agrícola, se vio inmensamente afectada.

El Grupo Bandola y su festival, a lo largo de los años, habían afrontado adversidades de diferente índole: La pérdida de invaluables colaboradores que con los años fallecieron de causas naturales, la muerte de Julián Gil Londoño en 2017, quien era el alma de los instrumentos de viento y un pilar en el grupo; la difícil consecución de los recursos económicos para la logística que implica realizar un festival de música; los infaltables contratiempos que tiene un proyecto. Pero un festival en tiempos de la peste, nunca lo habían afrontado. 

    Por esta razón, la organización del festival tenía la opción de pasar por alto los veinticinco años del evento o buscar una alternativa que no fuera en contravía de las medidas sanitarias dispuestas por el gobierno.

  La plaza de La Concordia estaba desierta y los artistas sentían en sus adentros, la orfandad de una presentación sin los aplausos del público, y el público añoraba las notas musicales y más que nunca la alegría que irradia la Plaza en tiempo de festival.

En esta ocasión sin precedente para la comunidad, la circunstancia, hace que cobre un valor muy especial porque es cuando más necesitamos de la energía del otro, como seres sociales que somos.

   El carnaval como espacio del no tiempo, era una necesidad colectiva que se ansiaba más que en ningún otro momento y aunque la plaza estaba vacía, las casas de los confinados por la pandemia estaban repletas de personas que  queriendo expresarse ante la fecha tan esperada, dejaron presente que el festival no lo hacía la tarima, incluso ni los músicos que allí se presentaran, ni la plaza de La Concordia a reventar de gente, porque todo estaba en cada espíritu que ya pedía a gritos y con más anhelo que nunca el no tiempo de abrazolandia.

     El festival lo hace su gente, y es precisamente esta gente la que, tras las ventanas y las puertas de las casas, anhela ansiosa, la alegría de la música, tras varios meses de encierro preventivo.

El Grupo Bandola, que por años estaba acostumbrado, a recibir a miles de personas en el festival, ahora se enfrentaba a un reto más que le imponía el destino, esta vez con sus integrantes base del grupo, con edades que promedian más de los sesenta años, pero en esta coyuntura de la pandemia, debían apoyarse en la virtualidad, para no dejar pasar la fecha tan especial para el grupo y para todos sus seguidores.

    Ser migrante digital no es cosa sencilla, pero cuando se quieren afrontar grandes desafíos, se debe poner la voluntad total.

     Los hijos y los amigos del grupo y del festival, llevan varios años apoyando y con ellos, llegan ideas frescas, las alternativas a la hora de realizar un festival y un carnaval diferente y por supuesto, la destreza del nativo digital que saca de aprietos.

      Según palabras de Rodrigo Muñoz, “El Mono”, integrante del grupo:   

El abrazo en la distancia, se puede hacer, se puede vivir, es importantísimo, para saber que ahí, en algún lugar está el otro, dispuesto a entregar su energía en un abrazo, el hecho de leer la palabra “abrazo” en un mensaje que te dejen, o ver a través del video, como te intentan abrazar, se siente, a pesar de la distancia, porque el espectador sabe que esa intención de apretar fraternalmente, se encuentra intacta…”.

     Pero más que apoyo al grupo Bandola, al festival y al carnaval de abrazos, este año, lo que se percibió fue la prueba de que todo el proceso creativo, interpretativo, artístico, de identidad y demás, valió la pena.

     Las personas del pueblo esperaron el segundo periodo de puente del mes agosto de 2020 y confinados, sin poder disfrutar del festival y del carnaval, la comunidad entendió que la peste no puede ser una excusa para caer en pesimismos, visionó que el momento difícil por el cual se pasaba, era cuando más se necesitaba la alegría del Grupo Bandola, del Festival Bandola y de su Carnaval de los abrazos. Con esta visión, pese a la peste de la COVID 19, pese a la desolación de la plaza de La Concordia, pese a las tristes noticias que hablaban de masacres en regiones cercanas, pese a décadas de malas decisiones políticas y a la situación social y económica en general del país, las flores amarillas, acudieron a la cita, volando con los vientos de agosto, cual mariposas libres, sin tener en cuenta la época de pandemia, produciendo la catarsis colectiva y recordándonos que la vida simplemente seguía, las cometas empezaron a volar tímidamente, conforme las medidas sanitarias, permitían la salida a los parques con los niños.

  En sus casas de manera excepcional, las personas empezaron a tejer una estrategia para no pasar la fecha por alto, tejieron sus sueños convertidos en colchas de colores y para los días del festival, las exhibieron en los balcones, las ventanas y los frentes de las casas, pusieron sus equipos de sonido con música del Grupo Bandola, después por redes sociales y televisión local, se conectaron a la transmisión virtual, mientras entre familias con vestidos de carnaval,  prendieron las fiestas en sus casas, durante esos días,  decoraron con globos celebrando los 25 años, mientras enviaban las fotografías en familia, a la organización del evento, para que a través de un video que simulaba un abrazo, pero en esta oportunidad de manera virtual, las publicaran.

     Abrazolandia volvió como cada agosto, las calles se vistieron de colores y por esos días, las sonrisas traspasaron las telas de los tapabocas y es que sin ver las bocas prisioneras, los ojitos se empequeñecían y se iluminaban al sonreír con el compás de la música y las arrugas a los lados,  revelaban la alegría de vivir, que no podía ser borrada con la máscara de la peste, los niños saltaban al son de los tambores, los adultos, recordaron sus mejores años y entendieron que la existencia, es una gran excusa para disfrutar de las melodías y de la compañía de sus seres queridos, descubrieron que el confinamiento, no podía robarles la libertad y con la música, volaron al viento, acompañando a las flores amarillas del guayacán que cumplidamente se vistió para la ocasión.

Esta celebración del Carnaval de los abrazos, fue distinta, fue desde la distancia, nos invitó a entender y valorar que tan importante es el otro a la hora de compartir en la dinámica de la vida y nos hizo palpar y comprender que hace ya varios años, tanto el Grupo Bandola, el Festival Bandola y el Carnaval de los abrazos, no le pertenecen a los cuatro integrantes de la agrupación original, sino a toda una región, y poco a poco, se va fortaleciendo, vuela contagiando los corazones de alegría, como los sonidos de los vientos interpretados en la zampoña de Julián y palpita con cada golpe de tambora de “La Nena”.

   Los procesos de cambio deben hacerse desde adentro, desde la profundidad de los territorios, regenerando la humanidad con células llenas de vida y positivismo. No hay una forma más efectiva para un cambio sociocultural que lograr que la misma comunidad se empodere de los procesos.

El Festival Bandola de Sevilla, Colombia y el Carnaval de los abrazos, son una muestra de que las expresiones artísticas mueven voluntades, generan desarrollo y ahora, nos demuestran que hacen vibrar corazones de fanes bandoleros dispersos por todo el mundo, como la migración sevillana y que no se necesita la presencia física para sentir esa energía tan contagiosa que tiene la música y el amor por la tierra.

       Fue un largo proceso desde que aquellos inquietos jóvenes sevillanos, que se fueron a estudiar licenciaturas y música en la ciudad vecina, hasta que todo un pueblo y una comunidad dispersa por el mundo, sintiera la necesidad de vestirse de colores para celebrar su música; pero fue un proceso que valió la pena, cambió vidas y le dio esperanzas a una sociedad que como la colombiana y tantas más, necesita un cambio profundo desde sus raíces.

El soñador de Maulén

 

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