Texto de Germán Peña Córdoba.
La persecución es inherente a la
mala actividad política. Se persigue porque a falta de programas de gobierno y propuestas,
que beneficien al pueblo, se establece un régimen de terror donde la
inteligencia es borrada por el oprobio sistemático. En el ambiente político colombiano,
hoy, no se propugna por imponer buenas ideas porque, además se carece de ellas;
en respuesta a lo anterior, se busca de manera obsesiva inocular odio, que es
la columna dorsal del programa político de las derechas, y esto se comprueba
cuando se apela al recurso de insultar de manera reiterada, entrampar el
pensamiento diferente de manera sistemática, e incluso el intento de aniquilar
físicamente al adversario.
La nefaria persecución de la derecha colombiana que nos
toca hoy, con sus conmilitones, sus noticieros, sus brazos políticos y sus
grupos armados, agencian la barbarie enquistada, que desplaza la confrontación
directa de programas e ideas. En nuestro ambiente se confunde el sereno
análisis, con la pasión desbordada. Para los que intentan anular el pensamiento
crítico, no existen adversarios si no enemigos. Así las cosas y, crudamente
planteadas, nos encontramos a un paso de la eliminación física del adversario,
que ha sido convertido en enemigo. El regreso al verbo "destripar"
como lo expreso el rábula candidato, está a la vuelta de la esquina. Por
supuesto esto sucedería si los dejamos.
Se confunde perseguir con debatir. Las llamadas
pomposamente "instituciones", representadas por los entes de control
político, las altas cortes de la justicia, incluidos el penoso CNE y el
politizado Consejo de Estado etc., aunque ha habido intervalos que se ha
actuado con trasparencia la persecución, ha prefabricado épocas aciagas en
Colombia. Hoy, las llamadas
"Instituciones", están diseñadas desde lo más alto para que
prevalezca una sola visión social del estado; estas se encuentran entregadas a
defender los grandes intereses particulares, y un ejemplo bien claro es como la
Corte Constitucional impide la reforma pensional y como desde el Filibusteros
congreso (que no debemos reelegir), se coloca palos en la rueda a las reformas.
Hoy, las llamadas con fervor "Instituciones”, se atraviesan cual mula
muerta en el empantanado camino que transita al cambio.
Pero si la intestina y visceral persecución política
que hoy nos toca presenciar, se realiza con el propósito único de escalar
electoralmente se equivocan rotundamente. Está demostrado que una persecución
hasta en el baño que va el presidente de la República, para averiguar desde lo escatológico
como es su comportamiento, fastidia y enfurece a un electorado que ve avances
tangibles en algunas políticas públicas, que claramente les favorece y, que
ningún otro gobierno los había tenido en cuenta.
Mal negocio electoral es inducir el intervencionismo de
la gran potencia; al final es contraproducente a los protervos intereses
electorales de la derecha porque exacerba el chauvinismo, cuando compromete la
soberanía. Agenciar de manera malsana a quebrantar emocionalmente al
presidente, afectando directamente a su esposa e hijas, le dolerá, pero un
verdadero revolucionario con férreas convicciones de cambio, está preparado
para resistir hasta la más cruel de las torturas.
Cuando caiga la noche y las estrellas brillen en el
firmamento, el bullicio se decante y el ruido se silencie, afloraran verdades
incomodas para los detractores y, al final se observará de manera diáfana lo
contraproducente que fue una persecución mezquina e infame.
¡Siempre que llovió paró!
La persecución permanente cesa, como cesan las
tormentas huracanadas, y al final brindará réditos electorales a las políticas
del cambio. La gente votará con rabia a causa del intervencionismo, y aflorará el chauvinismo en el corazón de cada colombiano. Se equivoca la prensa, la
radio y los noticieros abyectos a las élites políticas decadentes, que con su
lluvia de mentiras piensan doblegar el ánimo y la consecuencia. La incesante
persecución es un mal negocio electoral y, como todo se mira como negocio,
entonces les recomiendo cambiar la fallida estrategia.
Germán
Pena Córdoba
Arquitecto-UNIVALLE


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