LOS VAQUEROS (SERIE)
Texto de Gustavo Noreña Jiménez
Esta silla
la fabricaba en Sevilla, el señor Luis Charry, más conocido como “El
camarada Charry”, en una de las mejores talabarterías de la localidad, ubicada
en los alrededores de la Federación de Cafeteros, y quien llegó a este pueblo proveniente de
Natagaima, Tolima, donde dicen que perteneció al movimiento
agrario organizado en Autodefensas Campesinas y que tuvo sus diferencias ideológicas con los comisarios políticos, porque su
ideario ya estaba influenciado por el sol rojo de China, y cuando conversaba
con algún amigo, le decía: “Una república
de Oriente gobernará el mundo”. Este
hombre fue un visionario, fue un oráculo. Y como una paradoja de la vida, este
hombre que no creía en la línea política revisionista de Nikita Krushev, el
presidente de la Unión Soviética, la figura corporal de don Luis, se parecía a
la de aquel. “Al que no quiere caldo, se
le dan dos tazas”, decía Charry. Un amigo del magisterio me dijo que “El camarada” tenía en su nochero como
libros de cabecera que orientaban su vida: El Manifiesto Comunista y el Antidṻhring
del autor Federico Engels, el cual dominaba de cabo a rabo, y era una crítica
al pensamiento en política, filosofía y ciencia del profesor alemán Karl Eugen
Dṻhring, y por eso, no era raro escucharle citas de ese libro: “Cuando sea posible hablar de libertad, el
Estado como tal dejará de existir”; “Un
pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre”. El “profe” del
magisterio un día le hizo un comentario.
―Camarada, usted tiene un amplio conocimiento
del Marxismo
―Soy un teórico del Marxismo. Con el Manifiesto
Comunista y el Antidṻhring, sé más Marxismo que muchos intelectuales que se dan
ínfulas de tales y que andan para arriba y para abajo, con varios libros bajo
el brazo por la Calle Real, descrestando incautos, pensando que van a asimilar
por osmosis los planteamientos sobre Materialismo Histórico y Dialectico.
También cuenta el profesor del magisterio que don Luis, tenía una pasión por el ajedrez
y no había en Sevilla ajedrecista que por muy bueno, fuera capaz de ganarle más
de una vez, fueron muchos los “tableros”
sevillanos que cayeron bajo el poder de
su artillería, incluso Jader Buitrago, que era un especialista en la Defensa
Francesa, con quien sostuvo fieros combates en un rincón especial para
ajedrecistas que había en la Cafetería El
Polo, lugar donde se reunía la intelectualidad sevillana de aquellas
calendas para conversar acerca de lo divino y lo humano; en ese lugar no era
raro escuchar conferencias sobre astronomía, física cuántica, viajes a la Luna,
Marte y todo el espacio sideral; aquellos contertulios eran unos adelantados
para su época, eran unos visionarios.
Cuando algún cliente le apuraba por su trabajo,
decía: “Esto es un arte hecho a mano que
no se puede hacer en serie porque pierde calidad y tiene una esencia importante
en personalizar las sillas y hacerlas al gusto del cliente, así que no afane”.
No había una hacienda ganadera y vaquero bien montado que no tuviera en sus
pertenencias una silla hecha por el artesano Charry, hasta el punto que cuando alguien
le compraba una silla, decía: "El
que compre una montura artesanal “Charry”, ojalá que tenga heredero, pues le va
a durar toda la vida”
CONTINUARÁ…
CAPITULO V:
ABEL BARRERA, SÍMBOLO DEL VAQUERO SEVILLANO