El público asistente tendrá la oportunidad de participar del lanzamiento de su más reciente novela “Guayacanal”. Allí podrán
escuchar relatos de las experiencias y
anécdotas del gran escritor colombiano, quien a su vez responderá las inquietudes sobre los personajes que
protagonizan sus novelas.
Cabe recordar que no es la primera vez que
visita nuestra ciudad, ya que debido a su gran amistad con nuestro paisano el
Maestro Óscar Peláez Peña, tuvimos el placer de tenerlo aquí, en varias
oportunidades. Y nos dejó un cuento sobre los jornaleros, dedicado a los
recolectores que se reúnen en la plaza de La Concordia.
Gracias al grupo Bandola, por hacer posible que este gran escritor haga la presentación de su nueva novela "Guayacanal", en
nuestro municipio.
Este acto se llevara a cabo el sábado 17 de
agosto, a las 6 pm. En el Auditorio Casa de la Cultura. Con entrada libre.
Por |Gonzalo Domínguez Loeda
Los 65 años fue la edad que llevó a William
Ospina a emprender un viaje a su memoria, a la tierra de sus ancestros y
recuperar los relatos de su familia para plasmarlas en «Guayacanal», una novela
en que se sirve de sus antepasados para retratar casi un siglo de Historia
colombiana.
«Son historias que se han contado mucho en la
familia a lo largo de los años y de las décadas. Como en todas las familias,
siempre hay historias del pasado familiar que se cuentan y la manera como se
enlazan con el pasado del país y con la Historia nacional», explica Ospina a
Efe acerca de lo que le movió a volver al céntrico departamento del Tolima.
Allí, como en el tango, adivinó en viejas fotos
y en cuentos que pasaron de padres a hijos el parpadeo de las luces que
marcaban su retorno a la finca de Guayacanal, la que su familia le arrancó a un
monte que ni los españoles fueron capaces de colonizar.
Una historia de pioneros que en época republicana
desbrozaron el monte a la sombra del Nevado del Ruiz impulsados por la riqueza
que generaba el café, una ruta que siguieron sus bisabuelos, sus abuelos y que
más tarde se centra en su natal Padua.
Eran campesinos recios que colonizaron la
cordillera andina y encontraron un futuro mejor en tierras que, en muchos
casos, estaban sin propiedad y ellos marcaron.
«Mientras estuvieron vivos mis padres y mis
tíos yo sentía que esas historias estaban allí permanentemente. Después de la
muerte de ellos yo sentí la necesidad de salvar esos relatos antes de que los
borrara el olvido y entonces incluso interrumpí otros proyectos literarios que
tenía y me volqué sobre la memoria», detalla Ospina acerca de su última novela,
publicada por Penguin Random House.
De ese modo, le rinde «un tributo a ellos» pero
también hace un «homenaje a esa época y a ese mundo» de campesinos intrépidos
que tiene como horizonte iluminar presentes y futuros.
Para ello, el ganador del Premio Rómulo
Gallegos en 2009 ha tenido que plasmar en la literatura una tradición oral que
es el timón de una obra en la que aspira «a utilizar un lenguaje mucho más
directo» y a que este «no sea exactamente el protagonista de lo que se cuenta
sino apenas un instrumento para que el lector sienta los hechos, sienta la
geografía, sienta los paisajes y sienta también esos destinos humanos».
Así es como le fue transmitido por sus propios
familiares en forma de cuentos reproducidos una y otra vez en los encuentros.
«Yo realmente estoy acostumbrado a escribir
novelas y textos más literarios con un lenguaje más dependiente de la
escritura, pero en este caso yo me sentía en la necesidad y el deber de
rendirle tributo a esa manera de hablar también, esa manera de contar»,
apostilla Ospina.
En esos «trozos de la memoria compartida que
fueron muy apreciados» entre sus parientes se entrelaza lo personal con lo
universal, pues considera que «mucha gente en Colombia se va a reconocer en
estos hechos».
«Porque la historia de esos campesinos de la
región central del país es parte de la historia del país en el último siglo.
Cómo se construyó un país campesino en la segunda mitad del siglo XIX y cómo
ese país campesino sobre el que la nación reposó económicamente en su cultura,
en su valores, en su hospitalidad, en su cordialidad (…) fue destrozado y
desgarrado por la violencia política», subraya.
La violencia, omnipresente en la historia de
Colombia entra también con fuerza en «Guayacanal», pues la familia de Ospina,
como la de millones de colombianos, fue testigo de primera mano de la llegada
de ese periodo sangriento que se ha ganado el nombre de La Violencia
(1948-1958) y que cuyo marco fue el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el gran
líder liberal.
Pese a los paréntesis de paz, Ospina considera
que desde ese momento Colombia «ha vivido en la crispación, en la violencia, en
la ansiedad, en la angustia y sobre todo en la incertidumbre. Millones de
personas viven en la incertidumbre porque esa cultura fundada en el trabajo y
la familia, no se volvió a construir en Colombia».
Es ahí donde fotos e historias familiares de
Ospina alumbran con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor.
Sin embargo, volver a ese campo que los hombres
dejaron atrás hace años le hizo considerar a Ospina que es «importante
recordar», algo que a él le llega con dulzura, sin indignación ni
resentimiento.
«Inclusive la violencia con toda su ferocidad,
con todo su horror, me parece que fue una tragedia, una tragedia que el país
vivió y a lo que no tenemos derecho es a eternizar esa tragedia (…) A seguir
tratando a la mitad de la sociedad como si fueran demonios», considera Ospina.
Es la conclusión de un viajero que, como el de
Gardel, tarde o temprano detiene su andar en su pueblo natal, se reencuentra
con su territorio y asevera desde él que la humanidad se enfrenta a la realidad
de que «si no hay un reencuentro con la naturaleza y una manera más sencilla y
austera de vivir (…) el mundo entero no tendrá futuro». EFE