La globalización actual, mediante la cual
podemos llegar a cualquier lugar del mundo con solo un clic, obliga a
proveernos del instrumento de comunicación universal, la lengua inglesa.
Muy seguramente, todos entramos a internet
diariamente y encontramos, sin esfuerzo alguno, información en esta lengua, ya
que no menos de 80% de lo allí consignado está en inglés.
Sin embargo, las experiencias en la adquisición
de tal idioma casi siempre son frustrantes, debido a las características
propias del inglés, no consideradas con la debida profundidad en los cursos
actuales.
Empecemos por decir que, específicamente, el
inglés norteamericano tiene 40 sonidos, mientras nuestro español posee 27, por
lo cual es IMPRESCINDIBLE aprender a producir 13 sonidos extraños para podernos
desempeñar con propiedad. Además, que las mismas cinco vocales escritas del
español y del inglés, en esta lengua generan once sonidos: hay dos íes, dos
úes, dos aes.
Hace unos setenta años, cuatro países llamados
Tigres Asiáticos -Corea del Sur, Taiwán, Hong-Kong y Singapur- se encontraban
en condiciones de desarrollo parecidas a las de Colombia, pero se dieron a la
tarea de salir de su letargo económico y social, por lo cual optaron por la
única manera de lograrlo: educar a su población. Hoy, nos llevan años luz de
ventaja.
Es que no existe otra manera de lograr mejores
condiciones para el ser humano, fuera de la educación, lo que lleva al
desarrollo. Casi todo lo que se crea en el mundo es publicado, inicialmente, en
inglés, por lo cual, la única forma de llegar al desarrollo y a una mejor
calidad de vida de los colombianos es esa.
Llevamos décadas haciendo que nuestros
estudiantes adquieran ese precioso bien, pero siempre hemos encontrado unos
escollos que, aunque salvables, no se han puesto en ejecución. Todos los días
oímos a nuestros niños que no les gusta el inglés, que no lo entienden y otras
razones más, todas válidas.
El problema empieza en la nula efectividad de
las metodologías educativas actuales: se hace repetir unas oraciones que distan
de ser coherentes y comunicativas. ¿Cómo nos vamos a comunicar con 27 sonidos,
de los 40 necesarios? Es imposible.
Cuando se pretende estudiar una lengua, el
principal objetivo es, indudablemente, llegar a hablarla. Por eso se llama
lengua, no escritura. Lengua es el principal órgano del aparato fonatorio para
producir sonidos, y una lengua se realiza, por lo menos en 98%, de manera oral.
La escritura también es importante, pero en segundo término, y en Colombia se
procede en el orden contrario.
Duele leer que la gran mayoría de las becas que
ofrecen los organismos estatales se pierden por la no adecuada competencia en
inglés de los posibles aspirantes, lengua en la que se dan muchísimas
especializaciones, maestrías y doctorados del mundo, sin importar el país ni la
entidad educativa que los imparta.
Por otro lado, las estadísticas de adquisición
de la lengua universal en todo el mundo nos sitúan en la categoría de bajo, con
un casi inexistente progreso año por año. Así las cosas, con lo actual, nunca
seremos bilingües ni desarrollados.
Pero no todo es catastrófico, y se puede
remediar: tenemos que empezar por capacitar a nuestros docentes en la
principal, más desconocida y menos usada destreza, la pronunciación,
identificada también como listening y speaking y, como consecuencia, nuestros
estudiantes superarán esa aparentemente insalvable barrera.
La solución está a nuestro alcance.
Antonio J. Arias B.
abejota@hotmail.com
(57)3118680155