Pensar
y escribir sobre los apegos es un tema bastante complejo y hay que apelar un
poco al discernimiento. Pero bastante interesante, que debe ser tenido en
cuenta porque precisamente, muchos caen o podemos caer en ellos si no tenemos
algunas precauciones y si desde nuestra infancia hemos sido afectados por
factores psicosomáticos que pueden degenerar en problemas mentales que afectan
la personalidad y conducir a tomar hasta posiciones suicidas.
Las
teorías del apego o los apegos parten de la propensión de los seres humanos a
formar fuertes lazos afectivos con personas determinadas, y por qué no decirlo
aferrarse a cosas y objetos materiales.
Se
dice, que el primero en tocar el tema o teoría del apego fue el psiquiatra John
Bowlby, quien trata sobre los procesos
de la personalidad y las diferencias individuales. Según estudios se conocen
tres clases de apegos, empezando desde la niñez, que tienen una correlación con
la vida adulta, imprimiendo características en la personalidad; la manera como
tomamos las relaciones interpersonales y características de los procesos
cognitivos y emocionales.
La
parte afectiva del ser humano es la más delicada y se debe manejar con cierta
sutileza. Decía Honoré Balzac “El amor no
es solo un sentimiento. Es también un arte” y precisamente otro gran
escritor alemán Erich Fromm tituló su novela como “El arte de amar”
El
apego nos lleva a la dependencia, y sin duda, ayuda a impulsar el sentimiento
de posesión hacia el otro. Descodificar y programar lo que hemos aprendido y
aprendemos sobre el amor pasional, dependiente, enfermizo necesita un camino.
Aprender a amar sin apego es muy complejo. Entender a la pareja como un ser
independiente a nosotros, respetándolo profundamente; pensar que puede tener
pensamientos distintos a los nuestros y eso, no lo hace un enemigo, que
necesita espacios en los que el otro (a) no muestra nada, entender el amor como
una extensión de la libertad, mas no como una castración de la misma.
El
gran psicólogo argentino Walter Riso, en su obra ¿Amar o depender? Subordinarse
a la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida. Es por decirlo así,
una automutilación psicológica, donde el amor propio, el autorrespeto y la
esencia de uno mismo se ofrendan y se regalan irracionalmente.
Hay
que entender, que la persona apegada nunca está preparada para la pérdida,
puesto que no concibe la vida sin su fuente de su seguridad o placer. Es
cierto, que no se puede vivir sin afecto, pero si se puede amar sin
esclavizarse.
Los
activo-dependientes pueden tornarse celosos, hipervigilantes, llegar hasta a
caer en ataques de ira, desarrollar patrones obsesivos en su comportamiento,
llamar la atención de manera inapropiada o agredir físicamente y llegar hasta
atentados contra la propia vida.
Los
pasivo-dependientes, tienden a ser dóciles, sumisos y extremadamente obedientes
intentando ser agradables y evitar el abandono. Con el transcurrir del tiempo
la exclusividad se va convirtiendo en una especie de devoción y fanatismo y es
como tratar de entender el mundo observándolo por el ojo de la cerradura de un
portón, en lugar de abrir las puertas de par en par.
Hay
que entender que el desapego no es desamor, sino la manera inteligente de
relacionarse, cuyas hipótesis son: La independencia, la no posesividad y no
adicción; en nombre del amor no se debe destruir la propia identidad. Serían
necesarias muchas páginas para escribir sobre amores y desamores, por lo pronto
concluyo con las palabras del sabio Rabino Méndel de Kotzk al afirmar, “si yo soy porque soy yo, y tú eres porque
eres tú”
“Entonces, yo soy y tú eres. /Pero si yo soy
porque tú eres, y tú eres porque yo soy, / Entonces ni soy ni eres”
El
amor verdadero es comprender y aceptar. Sólo así se puede establecer el
compromiso.
Por/ Lic. Danilo Useche G.