“Negro” González, una sentida despedida entre amigos

27 de marzo de 20160 COMENTARIOS AQUÍ

Sin terminar de sobreponernos del todo, del inmenso dolor que nos produce la partida del  amigo, paisano, artista y maestro Carlos Alberto González de Greiff, nos congregamos  en torno a su vida y obra, su familia y  algunos de sus amigos, y no dejamos  de destacar la gran importancia de su legado, así como el profundo sentido de la amistad y generosidad que siempre motivó su trayectoria como hombre y artista.

Uno de los que no pudo estar presente, fue Lisandro Duque Naranjo, pero envió unas palabras, para ser leídas en el acto de los sevillanos a la memoria de un hombre de la cultura:

Solamente haré referencia en este texto a lo que significa para los sevillanos la ausencia repentina y ya definitiva de Carlos Alberto González, “El Negro”, como desde chiquito le decíamos aquí o en cualquier lugar que sus paisanos nos encontráramos con él.

Porque si pretendiera extender esta semblanza a la trayectoria de Carlos Alberto por fuera de su patria chica, tendría el humilde servidor que firma estas palabras que salirse del mapa del país para dar cuenta de bastantes capitales del planeta  por las que el ciudadano cuya pérdida hoy lamentamos paseó su gracia mundana, su  agudeza humorística, su erudición estética y, digámoslo sin ninguna exageración, esa labia concluyente, ese buen hablar lleno de sutilezas,  nutrido todo eso de la influencia  que le aportó a su formación el haber pasado la niñez y adolescencia en este, su pueblo, que hoy lo despide.

Restrinjo, pues, mi evocación, y con eso quizás logro totalizar al ser que ahora reposa en esta urna, al Carlos Alberto que,  después de haberlo vivido todo, es más, de haberlo disfrutado todo, decidió cumplir el papel de  hijo pródigo que se vino a Sevilla a recuperar el hilo de su pasado y sentó sus reales en este municipio.

Ya podía Carlos Alberto darse el lujo de dilapidar su prestigio en los salones bogotanos, viniéndose mas bien para acá a  escuchar las historias que le contaban los transeúntes de la Calle Real, parando siempre las orejas a las ocurrencias locales, gozándose la parla de sus amigotes de antaño, y por supuesto, emprendiendo hazañas culturales que tienen en el Museo Art Decó que acondicionó en la Calle Real, con casa y todo,  su manifestación mas notable y memoriosa.

Pero ese no fue el único tributo que Carlos Alberto le rindió a su pueblo. Él siempre pensó, y de eso fui testigo –pues  nos honramos desde pequeños con la amistad, aunque yo le llevo muchos años–, que sus iniciativas en Sevilla solo le quitarían un tiempo pequeño. Pero se equivocó, sin duda, porque el pueblo lo fue agarrando, y empezó a quedarse, a aplazar su regreso hacia las responsabilidades habituales. Y mientras en Bogotá lo echábamos de menos, él estaba feliz en Sevilla escuchando la sirena de las doce del día, oyendo las invitaciones a entierros por los parlantes de la torre y echando carreta con los emboladores, en cuya caja ponía sus zapatos,  aunque estuvieran lustrados,  solo como un pretexto para pescar hablas olvidadas. Tiraba  infantería por La Miranda, La Real, la plaza de La Concordia, el parque Uribe, la Casa de la Cultura, etc., ingeniándose proyectos alucinados que al tomarlos por su cuenta se volvían verdaderos.

Qué falta nos empieza a hacer Carlos Alberto. Y qué legado tan rico nos dejó con su conversa y generosidad. Un pésame para Sevilla. Chao, “Negro”.

Lisandro Duque Naranjo
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