El
17 de marzo, en simultánea nacional, en
Cali, Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Pereira y Villavicencio, se estrenará ‘El
soborno del cielo’, una película de Lisandro Duque, cineasta de Sevilla,
conocido por ‘Los niños invisibles’,
‘Milagro en Roma’, ‘Visa Usa’, ‘El Escarabajo’
y ‘Los actores del conflicto’.

Niños sin bautizar, bodas que se retrasan y
moribundos que fallecen sin recibir la
extremaunción, hacen que la comunidad presione a la familia del suicida que
manifiesta que mudará el cadáver si todos los demás cuerpos de suicidas
enterrados (que no son pocos, aunque se hayan mantenido como un secreto a voces),
también sean trasladados.
Esta
comedia negra cuenta entre su reparto con actores como Germán Jaramillo y Guillermo García, Wilderman García, Santiago Londoño, Milady
Dau, Nicole Quintero, Carlota Llano, Jaime Correa, Andrés Restrepo, Sara Deray
y Martha Osorio.
¿Por qué nadie debe perderse esta película?
El
público se va a divertir, porque es una
historia muy fluida y el elenco es de
óptima calidad, tiene muchas
ocurrencias humorísticas. Además
tienen que enterarse de que en Colombia
durante parte del siglo XIX y todo el siglo XX, hubo un autoritarismo religioso que hizo
infeliz a mucha gente y convirtió en pecadores a personas virtuosas con el soborno del cielo.
Vivimos sometidos al concordato con la Santa
Sede que le entregó la administración al clero de la educación de
servicios que debieran ser públicos, como el matrimonio, la identificación
personal. Si uno no estaba bautizado por lo católico no se podía matricular en
un colegio. Si una pareja tenía una relación libre era mirada de reojo por los
vecinos porque estaba en pecado permanente.
La cédula de ciudadanía tenía que
intermediarse a través de la iglesia. Por fortuna ya no son los sacerdotes los
que mandan. Pero la iglesia sigue siendo una institución poderosa, hasta para
firmar la paz hay que esperar el visto bueno de esta.
¿Cuándo surgió la idea de esta película?
Fue un cuento que escribí hace ya 18 años.
Después sentí que era adecuado volcarlo al cine e hice el guion, lo sometí a
prueba en una convocatoria del Ministerio y ganó.
¿Las historias que cuenta en sus películas son basadas en hechos reales?
Sí. Pero esta película es posiblemente la más
real, casi que autobiográfica, porque está basada en un episodio que cualquier sevillano de 50 o 60 años tiene la
obligación de acordarse, cp,p el del
párroco Navia Belalcázar, que se negó a hacerle los oficios religiosos a
un suicida.
Hace cinco años yo estaba hablando con un nieto de ese suicida, que me
preguntó en qué estaba trabajando y le conté que en una película sobre la confrontación que tuvo su familia con el cura
párroco cuando su abuelo se suicidó. Ese pelado no había nacido. Y me
dijo: ‘Yo no sabía esa historia’. La
razón es que ni la abuela ni la mamá le habían
contado.
¿Esto sucedió en los años 70,
época en la que está ambientada la película?
Fue en el año 65, en Sevilla, Valle. La filmé en Honda, que se ha convertido
en un
set de películas nacionales y extranjeras, porque tiene una preservación
urbanística y arquitectónica que permite
reflejar muchas épocas, y queda a tres o cuatro horas por tierra de Bogotá.
La ambienté en los años 70 porque son más
brillantes como década y en Colombia hubo una renovación cultural muy fuerte en
lo musical, en la moda masculina y
femenina, en los procesos de cambio que vivimos los jóvenes.
¿Por qué el tono de comedia negra?
No es deliberado. Aunque el relato es realista, casi naturalista, la
anécdota que recrea es tan increíble hoy en día, que la película va agarrando
ese tonito de comedia por cuenta propia.
Cuando escribí ‘Milagro en Roma’ con (Gabriel) García Márquez, y él vio
la película un año después me dijo: ‘Yo creí que iba a salir divertida y salió
más triste que un carajo’. Las películas buscan su género.
¿Usted sufrió el chantaje del
cielo?
Sí. La infancia de uno en un pueblo
recontracatólico como Sevilla es muy traumática, hay mucha presión del clero y
de la mamá. A mí que era un muchacho muy
sano, que nunca le robé plata a mi
papá, ni me agarraba a trompadas
con nadie, me tocaba casi que inventar los pecados
para cumplir cada primer viernes con el
acto de la penitencia y comulgar al día siguiente.
Vivía
aterrorizado porque le debía mucho a Dios, a la Virgen María y con
pánico de morirme e ir al infierno. Por eso cuando renuncié a Dios, a mis creencias religiosas,
a los 16 años, descansé de esa injusta
presión. Nunca más volví a misa, ni a confesarme. Seguí siendo un ciudadano
decente y honrado sin el chantaje del infierno ni el soborno del cielo.
¿Cuál fue el criterio para escoger como
cura a Germán Jaramillo?
Es un
actor al que he admirado mucho, tiene
una presencia escénica apabullante. Yo
quería que el cura de mi película fuera
así, porque el párroco en el que está inspirada era vanidoso, soberbio y se requería un actor
con una fuerza interpretativa que no la encontré sino en él. Por eso le pedí que se viniera de Nueva York, donde vive
y hace teatro. El resto de actores
quería que fueran inéditos, los
escogí de la cantera del teatro, muy disciplinados.
Para el protagonista joven (la película tiene tres o cuatro), Byron, yo quería un actor de
condiciones tan especiales, que hice un casting con más de 100
aspirantes durante un año. Y solo después de 100 pruebas a distintos actores
veinteañeros lo encontré. Hubo muchos
candidatos, porque la película tiene 49 personajes con parlamento.
Autor| Redacción de El País.com.co
Especial para El País