Margarita. Sevillana de pura cepa. Esta
damita nunca cometió un acto del que pudiera arrepentirse. Su humildad suprema. Su pobreza inmensa. Era de sonrisa abierta a todos.
Su risa era de tal forma tan propia solo de personas buenas, que embellecía su propia humanidad. ¿Como no recordarla
si ella gustaba de pintarse el rostro? Y
con su modesta o mejor pobre vestimenta,
quería probarle a los demás que su deseo era vivir en sociedad. Y creo que
entonces por eso era gente buena y, por
lo mismo muy en su interior alegre.
Para recordarla nada mejor
que traer a cuento esta bella
frase de Víctor Hugo: "La
felicidad suprema en la vida es tener la convicción de que nos aman por
lo que somos, o mejor dicho, a pesar de
lo que somos".
¿Que Margarita no era una dama de la alta
sociedad local, nos lo prueba el hecho de como su casita se iba cayendo a
pedazos y nunca político o administrador de la cosa pública local se intereso
por detener lo factico. A lo mejor, en
épocas de elecciones si, su voto la
hacían ciudadana, pero no con derechos
fundamentales en su favor. Quizás
pensaba ella como Marco Aurelio:
"Acuérdate también de esto siempre: para vivir
felizmente basta muy poco". No
vi a esta mujer que fuera
causa de reproche por su
comportamiento frente a la sociedad. Creo
que aun cuando muchos de nosotros no le ofrecimos la mano amiga , por aquello, de que seres como la fémina recordada aquí, si nos
equivocamos y somos pocos generosos. Y para saldar la deuda, la mejor cosa que no dudo en reconocerle era su
alma buena.
Se fue me
dicen Margarita. Que el infinito
la reciba también con una sonrisa. Allá,
estemos seguros, reirá también a los muertos.
"Si
quieres ser feliz, no te importe que te crean tonto" (Séneca).
06 de abril de 2014
Por Aldemar Gómez Ocampo
Foto, tomada de redes sociales