James Peláez un pintor del contrasentido

14 de julio de 20190 COMENTARIOS AQUÍ


Exponentes de la pintura en Sevilla, Valle.
Por: Edgar Alzate Díaz

Diérame ahora la locura que en aquel tiempo tenía, para pintar la Poesía con el pincel de la Pintura (Rafael Alberti)

Cuando la humanidad comienza su desaforado movimiento evolutivo, tuvo en la construcción del lenguaje y de la palabra, su principal apoyo para desatar nuestra inteligencia. A la par fuimos plasmando en las cuevas y en las rocas nuestros pensamientos que expresamos en gráficas pintadas en las paredes de las cuevas oscuras y en las piedras en las que tallaron nuestros antepasados; figuras de soles, estrellas, espíritus, animales diversos, aves, con los que transmitieron lo que pensaban y creían en el comienzo de los siglos. Fuimos entonces en aquella lejana época de la humanidad, escritores y pintores. Nuestros antepasados inventaron la escritura, como inventaron la pintura, simultáneamente, llevados por la necesidad de contar y mostrar en imágenes y signos su universo.

Foto de petroglifo, vereda Cabuyal, municipio El Tambo Cauca.

Esto para ilustrar la evolución que nos llevó a la pintura contemporánea que desembocó en una gran cantidad de expresiones que cada pintor plasma con su arte. En Sevilla la pintura también tiene una buena cantidad, calidad y diversidad de exponentes. 

En esta ocasión me voy a referir al pintor sevillano James Peláez. Este pintor es una persona de contextura delgada, mediano de estatura y con una cara para mí, con trazos rectos, pero con una sensibilidad propia de aquellos que deben colocar, pintar, los colores en determinadas maneras, formas, no formas, técnicas y creación.  

En medio de mi ignorancia en historia del arte y de la pintura en particular, creo que James incorpora, que muestra unas figuras que parecen salir de las fauces del expresionismo alemán. Sus alargadas líneas, su encierro de colores tenues pero que causan explosión, estos hombres jugando póker, salidos de una época de violencia, no solo de esto, sino como signo y símbolo de esos años donde la elegancia masculina y femenina, se ve articulada con la violencia, con sus sombreros negros Royal Stetson. Las figuras estiradas, alargadas en colores suaves, en la mesa los tonos cafés, la mujer, este mundo subterráneo que se vive en las noches, plasmado con óleo en esta pintura.


El pintor usa el óleo para darle los tonos necesarios a los azules tenues, un lila intenso, semejando la sacralidad de ese momento del juego. Las mujeres que los atienden, nos dan cuenta del lugar que pinta James.  El ángel y los tigres o lo que estos representan, un lugar sagrado, espiritual, del guerrero indio que atraviesa las selvas en espíritu, acompañado de los antiguos Dioses y un espíritu como el Ángel custodiando y observando el juego. El juego es el centro, mientras los tigres esperan y miran.

O en esta siguiente pintura, a la que llamo “la mujer pez”. La mujer indígena con frecuencia está asociada culturalmente con los peces. Entre los Sikuani uno de sus principales mitos es Batkasalowa, o la mujer espíritu de las aguas. Un Ainawi o espíritu, que se puede robar a las niñas sino se rezan los pescados en la primera menstruación, con una fiesta, baile y comida. En este cuadro, la Mujer Pez besa con pasión al hombre, mientras los demás observan y una mujer ingresa la cena que resulta ser un pez.


En las pinturas de James las sombras acompañan las escenas.  Las sombras, son testigo de todo este juego, de esta compostura. En lo interior estas obras conviven con el agua como las culturas indígenas, por los personajes que aparecen como la Mujer Pez, el pescado preparado, los hombres que están allí, con sus trajes y sus sombreros. Constituye entonces un recordar de los elementos de dónde venimos primigeniamente, del agua, de los peces, de su sacralidad en medio del torrente y convulsión de esta vida. Unas sombras que nos acompañan.

De otra parte, se encuentran sus expresiones de la naturaleza que muestran las líneas cromáticas, psicodélicas, retornando a los colores que el paisaje nos regala. Estos colores son un arco iris donde aparecen los guaduales y verdes helechos, a los que el viento y la luz del sol llevan a danzar, a refrescar el cálido camino. Pero también es heredera de la psicodelia, aquella temporada cuando el Hipismo trajo los colores dejando atrás la monótona sucesión de vestidos de paño y sombreros. Estos colores articulados con otros saberes que mediante el uso de las plantas sagradas llegan al mundo de los Espíritus y del Origen. Conversando con James, me dijo que estas pinturas se llamaban como “Naturaleza” y así lo creo.


Esta última pintura que se muestra a continuación, la llamo “La Finca”, porque a las claras es una casa de nuestro pueblo, esas casas antiguas con ventanales, al fondo el rosado de las tardes, las chambranas y la charla de las cuatro, mientras en el pueblo los atardeceres iluminan todas las casas, dándoles aquel toque amarillo, ese beso que el sol y su color le dan a la arquitectura de este pueblo. James nos hace imaginar a través de su pintura y de la imagen de la ventana al campo, la extensión casi infinita del paisaje, y la mujer recibiendo visita, con las cortinas amarillas y el azul del agua de este paisaje tranquilo y amable que nos deja la pintura de James.


Petroglifos (piedra grabada)

















Petroglifos de la vereda Cabuyal, municipio de El Tambo, Cauca.

Fotos de Edgar Álzate.


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