Carlos Ossa Escobar y la modernización del control fiscal

1 de septiembre de 20180 COMENTARIOS AQUÍ


Cumplido el ritual de la elección del nuevo contralor general de la república, para el periodo 2018-2022, es apenas justo recordar a quien hizo del control fiscal un hito transformador y de modernización del país, sacando a esa entidad, la Contraloría General de la República (CGR), de la postración moral y delictual en la que estaba sumida, hasta cuando llegó Carlos Ossa Escobar a dirigirla.

En un país carente de memoria como el nuestro es bueno recordar que, desde los años setenta, la CGR funcionaba con una nómina de 17.000 funcionarios, todos recomendados de los representantes a la Cámara, que era la que elegía al contralor; había oficinas auditoras en las representaciones de Naciones Unidas en Nueva York y Ginebra; se tenía un colegio muy bien dotado para los hijos de los funcionarios que, si bien prestaba un servicio de bienestar, no estaba acorde con la misión institucional; el contralor disponía de avión privado con una costosa tripulación; los fallos de responsabilidad fiscal eran mediados por los políticos jefes de los organismos afectados, y así, un sinnúmero de prebendas y prerrogativas que hacían de este funcionario el segundo más poderoso del país después del presidente de la república. Es más, se decía en los mentideros políticos que era el paso previo para acceder a la presidencia de la república.

Entre los abusos de poder de esa época se recuerda una caravana de buses con funcionarios de la CGR que se inscribieron en una ciudad de provincia para votar por la hija del entonces contralor, caravana que se repitió en la fecha de la votación, cuyo resultado fue exitoso al salir elegida dicha persona. También se recuerda un tumultuoso homenaje en el salón rojo del hotel Tequendama, en donde se haría el correspondiente lanzamiento presidencial, pero fue tanta la afluencia de gente que eso le sirvió de pretexto al oferente, el ilustre jurista Antonio Rocha, para desencartarse de semejante compromiso con el argumento de no haber podido entrar a ese congestionado recinto.

“Fue tan grande y fuerte el arranque de este nuevo modelo de control fiscal que la CGR se convirtió en una especie de tanque de pensamiento sobre los grandes problemas nacionales”
Esas son apenas un par de perlas de las muchas en que incurrieron los poderosos contralores de la época, con los resultados que el país conoce de cinco contralores en prisión. Esta circunstancia llevó a la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 a fijar reglas claras y un nuevo ordenamiento legal riguroso para el funcionamiento de la Contraloría General de la República.

Con ese nuevo esquema normativo y con una forma de elección originada en las altas cortes, dos de ellas propusieron candidatos de muy alto perfil y una de ellas, un candidato de la más pura extracción clientelista. Por supuesto, el Congreso, actuando con espíritu de cuerpo, eligió a su congénere, error manifiesto que deterioró aún más la imagen de la Contraloría, cuyo titular no terminó el periodo por renuncia obligada en virtud de su escandalosa detención carcelaria.

En ese contexto, tanto las cortes como el Congreso hicieron un ‘mea culpa’, y de una terna de excelentes candidatos fue elegido el exconstituyente y exviceministro Carlos Ossa Escobar, quien pasó a ser el segundo contralor posconstituyente, con el mandato de cumplir con el cometido que le asignó esa corporación.

Ossa propuso un plan de acción con el fin de reestructurar y modernizar la Contraloría; para ello, concertó con el gobierno de turno su apoyo para la consecución de un préstamo externo con el BID. Esta entidad, ante la consistencia técnica y metodológica del plan de acción propuesto y de la urgencia de ponerlo en práctica, aprobó los primeros recursos para su implementación.

Lo primero que se hizo fue constituir un eficiente equipo técnico de planta con un importante grupo de consultores externos, el cual, bajo la coordinación del vicecontralor José Félix Lafaurie, puso en marcha un nuevo modelo de organización institucional con una misión ambiciosa orientada hacia el mediano y largo plazo, con un cambio de paradigmas y nueva cultura cimentada en valores y compromisos de los funcionarios con el buen uso de los recursos públicos.

Aparecieron áreas nuevas objeto del control fiscal, como el medioambiente y recursos naturales; el control fiscal macro para el seguimiento de las políticas públicas; la participación ciudadana, que les abrió un amplio canal a las comunidades y gentes del común para denunciar problemas de corruptelas y manejos deficientes en los proyectos regionales con fondos nacionales; la incorporación de las tecnologías de información y de comunicación para el trabajo en línea y en tiempo real, con interlocución directa con las regiones con mesas de trabajo virtual; la nueva concepción del proceso auditor con una visión integrada y articulada, apoyada en sólidos estudios sectoriales que se hacían por primera vez; la conformación de una planta profesional de funcionarios altamente competentes en la que el 90 por ciento eran de carrera administrativa, lo cual constituye una garantía de continuidad y estabilidad, y la atribución de funciones de policía judicial con las cuales se facilitaba la interlocución y acción con los otros órganos de control.

Fue tan grande y fuerte el arranque de este nuevo modelo de control fiscal que la CGR se convirtió en una especie de tanque de pensamiento sobre los grandes problemas nacionales, y en la provincia, quienes hacían control político querían que la Contraloría nacional usara el poder preferente para acometer ciertas investigaciones como garantía del buen suceso.

Pese a que ha pasado tanto tiempo, fue muy satisfactorio advertir cómo, en el proceso de elección de contralor que acaba de concluir, los dos mejores calificados en el área misional del control fiscal fueron Wilson Herrera y José Félix Lafaurie, y Maritza Quintero y Jaime Rodríguez participaron con suficiente demostración de conocimientos; todos ellos integrantes del estupendo equipo armado por el contralor magnífico Carlos Ossa Escobar.

Amadeo Rodríguez Castilla
 Economista consultor

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