Por: Edgar Alzate Díaz
“Quien
vivió, quien vivió, en esas casas de ayer,
casas viejas que el tiempo borró”
(Bambuco)
Cuando caminamos por las calles de Sevilla y
en un momento cualquiera levantamos la vista hacia los aleros de las viviendas,
podemos observar grabadas en la madera multicolor “bellas figuras que reproducen en sus formas los elementos de la naturaleza,
-rosetones, tréboles, margaritas o estrellas, - así en el exterior y el
interior de las viviendas originales de la colonización antioqueña se recrea la
multiplicidad de matices propios de la naturaleza.”(1) Fueron
casas hechas para albergar familias numerosas, generalmente de dos pisos, con
un establo en el patio interno, al que una escalera levadiza lo ocultaba a la
vista pública y que albergó mulas, yeguas y caballos necesarios para el
transporte de las señoras, los mercados de las fincas, en aquellas épocas
cuando nuestro pueblo tenía un herrero. Casas elaboradas con techos de tejas de
barro, zaguanes, grandes ventanales, patios internos, hechas de maderas finas y
colores alegres, amarillos, verde limón, rojo cereza, zapote, azules de todos
los matices.
“Esas casas, con
algunas particularidades constantes como la sucesión de zaguanes, los portones,
contra portones, patios, canceles de comedor, celosías protectoras de los
corredores que dan circulación a las alcobas, crecieron con el tiempo a dos
pisos, guardando arriba las familias y abajo los negocios, como en la tradición
hispánica. Con excepción de las maderas, laboriosamente escogidas y tratadas,
se apeló siempre a materiales simples: bahareque, guadua, adobe, teja de barro.
El conjunto resultante es armónico y muy funcional, de gran adaptabilidad tanto
a suelos planos como inclinados.”(2)
Estas casas, que
hoy algunos tratan de casas viejas, que estorban el progreso, tienen la
laboriosa mano de los artistas artesanos que elaboraron hermosos detalles en
madera, retruécanos de figuras espirales, ingresos al mundo privado de la
familia, espacios para la recreación, salas grandes para atender las visitas y
los acontecimientos importantes y festivos.
Para ilustrar la
riqueza cultural de nuestras antiguas viviendas tomé como ejemplo la casa de la
familia Toro Echeverri de tradición en nuestro pueblo y en nuestra genealogía,
para lo cual me basé en algunas fotografías que nos permitirán observar dicha
riqueza cultural de la cultura arquitectónica cafetera de Sevilla, Valle.
En la siguiente
fotografía de una antigua puerta, se ven los pisos policromáticos de figuras
rectangulares y en espirales de colores vivos, alegres, semejantes a la
tradición árabe que tanto influyó en la cultura arquitectónica española y por
ende en la colonización paisa. ¿Cuáles artistas de la cerámica pudieron
elaborar estas figuras?, ¿dónde la memoria histórica los recuerda? Son épocas
cuando el arte no estaba personalizado, era un arte familiar, tomado de los
espacios naturales para alegrar la vida familiar. La puerta decorada
con bellas figuras en rombos, aperturas que aireaban el comedor, zócalos decorativos
que daban realce al piso, colores alegres y suaves para un apacible estar en la
vivienda.
Foto
de puerta y piso en cerámica de la casa Toro. Tomada por Rocío Agudelo y
Eduardo Toro.
Los patios de estilo español de herencia
árabe, con columnas que pudiéramos denominar dóricas, pero lo importante no
solo son los decorados artísticos y el techo que abre la vivienda al cielo y
protege de la lluvia, sino cómo está diseñado el patio para una estética de la
familia, un gusto por lo bello, que como diría el filósofo alemán Hegel es la
estética como expresión del espíritu Supremo. Lo bello como expresión de una
cultura, la cultura material como el acercamiento al Espíritu, pues las
viviendas se alargan hacia el cielo no solamente para albergar una familia
numerosa, sino para acercarse al cielo, al Dios de los colonos, de los
campesinos liberales que construyeron este pueblo. Es decir, las casas viejas
nos muestran como elaboraron una cosmovisión espiritual en las distintas
manifestaciones de nuestra arquitectura tradicional.
Comenté en un artículo anterior acerca de la
artista Gloria Pino, que las viviendas tradicionales de Sevilla, no solamente
son lo exterior, sus fachadas. También lo interior de las casas viejas
constituye una memoria histórica de gran importancia, memoria que se pierde día
tras día. Una hipótesis que tengo es que
Sevilla le teme al pasado pues inconscientemente queremos borrar todo vestigio
que nos recuerde lo anterior, lo que pasó y entonces proponemos demolerlo,
olvidarlo. Nuestro colegio General Santander fue borrado de un brochazo y se
perdió la historia de generaciones enteras sin que a nadie le produjera ni
siquiera un suspiro. Ahora nos proponemos acabar con la arquitectura
tradicional para construir adefesios que parecen construidos en plastilina con
pequeñas ventanas y paredes uniformes sin inteligencia ni estética.
Fotografía de la casa Toro Echeverri, por
Rocío Agudelo y Eduardo Toro
De la anterior fotografía quiero destacar
especialmente las repisas. De procedencia del art Decó, de relevante presencia
en nuestro pueblo, sus delgadas líneas semejantes a figuras tiradas en el aire,
que parecen sostenerse por delicados vientos que apoyan el paisaje del decorado
del comedor, o como dice el poeta Octavio Paz: “Dos cuerpos frente afrente/ son
dos astros que caen en un cielo vacío”. La pintura en la mitad articula como
columna central todo este decorado familiar. Todo conforma un conjunto, los
muebles, la pintura del zócalo, el cuadro en la mitad, las repisas, para uso y
goce de la familia, centro de la vida de la colonización, pues nuestros
ancestros trabajaron, desbrozaron la selva, hicieron fincas y construyeron un
pueblo, por sus familias, para las generaciones futuras.
En las antiguas viviendas de Sevilla estaba
ubicado un lavamanos en el patio interno que siempre lo utilizaba el padre de
la familia para afeitarse con las viejas máquinas de afeitar de cuchilla roja
de marca Gillette. El lavamanos, el espejo, nos recuerdan una noción de
autoridad patriarcal, de abundancia cuando en las fincas se les permitía a los
jornaleros que se llevaran un racimo de plátano, un bulto de yuca o maíz para
alimentar a sus familias. El lavamos era el símbolo del poder paterno.
Otro elemento de la antigua decoración en el
interior de las viviendas sevillanas lo constituyen las sillas y las mecedoras
elaboradas en mimbre. ¿Cómo llegaron a Sevilla?, ¿de dónde provino este
mobiliario más cercano al clima cálido del Valle del Cauca que de nuestras
frías montañas? Lo cierto es que hicieron parte del decorado en las casas de
las fincas y en las casas urbanas. Sus colores café y blanco, su agradable
servicio para el descanso, que en la llamada Foto Toro, hicieron parte del
decorado para la toma de fotografías, muchas personas que oscilan hoy en los 60
y más años de edad, algún día se sentaron o pararon en esta silla para que los
fotografiaran cuando eran unos niños o niñas. El mimbre como material usado en
el mobiliario de nuestra arquitectura merece una investigación aparte. Muebles
que usaron nuestros abuelos y abuelas que nos dieron una visión de un clima más
cálido y acogedor en el frío de Sevilla.
“En la
evolución de la arquitectura antioqueña podemos identificar tres épocas: la
primera de las casas en rectángulo y lo que va de 1848 a 1890 y utilizan los
materiales de la región; la segunda de 1890 a 1920 cuando aparece la guadua en
esterilla cubierta con pañete y las casas de dos pisos; y la tercera las casas
republicanas posteriores a 1920, podríamos ubicar una cuarta etapa que empieza
más o menos en 1968 y se acrecienta en 1970 y 1980 con los movimientos de la
arquitectura moderna y del progreso que produjo una arquitectura con la
apariencia de lo contemporáneo, pero sin una identidad en la relación entre
arquitectura y cultura.”(3)
Solicito disculpas si mi reflexión tiene
errores técnicos pues no soy arquitecto, y posiblemente mi ignorancia me lleve
a cometer errores en la descripción de los decorados y materiales. Lo que deseo
es destacar como nuestras viejas casas constituyen parte de una estructura
social que se denomina cultura material, que conformó un hábitat, un ethos, que
también es cultura inmaterial pues la vivienda representa símbolos y signos
religiosos, políticos, de parentesco, de los roles familiares, del pensamiento
de un grupo social, de una articulación espacial y territorial, que
desafortunadamente se está perdiendo y que esperamos pueda sobrevivir pues
cuando desaparezcan las casas viejas del ayer, desaparecerán los saberes que
soportan nuestra cultura.
Mi
agradecimiento para Eduardo Toro y Rocío Agudelo por permitirme el uso de las
fotografías para el presente artículo.
1 http://www.almamater.edu.co/sitio/Archivos/Documentos/Documentos/00000112.pdf
2 http://comunicacionyperiodismochapata.blogspot.com.co/2010/11/arquitectura-en-la-colonizacion.html
3 http://www.almamater.edu.co/sitio/Archivos/Documentos/Documentos/00000112.pdf